No es el rating, es el mercado
La rebaja de la calificación crediticia a España ha ensanchado todavía más el diferencial entre el tipo de interés al que cotiza el bono alemán respecto al español. La noticia ha ocupado un espacio en prensa que, hace un año y pico, habría sido completamente inverosímil. Y, en el contexto en el que se produce, parece un clavo más en el ataúd de la economía española.
Es relevante que España deje de tener la nota de triple A según S&P. Pero convendría tener en cuenta que con dicha calificación no ha caído uno de los pilares fundamentales del sistema. Al contrario, la economía española no gozó de la máxima calificación hasta finales de 2004. Una excelente noticia para un país que en los últimos siglos no había sido precisamente Suiza en términos de seguridad financiera.
En todo caso, la triple A no es un don concedido que da y quita estabilidad financiera. Hasta finales de 2004 la economía española iba más o menos tan bien, y tan mal, como en 2005 y 2006. Con los mismos problemas que ahora alimentan un pesimismo tan visceral como el optimismo de hace dos años.
El rating es relevante porque condiciona el coste del endeudamiento. Pero entre 1999 y 2004, con un rating inferior a la triple A, el spread del bono español con el alemán rondaba, de media, los 20 puntos básicos. Los casi 120 de ahora tienen que ver más con la situación del mercado que con el rating de una sola agencia de calificación. Es decir, el rating cuenta, pero ojalá fuese ese el problema de la economía española.
Que los árboles no oculten el bosque. El problema de la economía española ni es el rating ni es sobrevenido. Es un cóctel explosivo: a la resaca obligada tras una época de crecimiento por encima del potencial y convergencia con Europa se unió la incapacidad o la falta de voluntad para, en 10 años de expansión, mejorar el modelo productivo. Ni las casas suben siempre ni se puede vivir siempre de poner cemento. Y a eso se ha sumado la peor tormenta en los mercados desde los años 30. Las vacas flacas son mucho más flacas de lo previsto. No sirve de nada lamentarse de lo que pasa ahora, aunque vendría bien plantearse qué se hizo mal entre 1998 o 2008. nrodrigo@cincodias.es