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A fondo

La operación Lukoil entra en vía muerta

La operación de compra de un 30% de Repsol por parte de Lukoil, una petrolera hasta ahora desconocida en España, languidece. Con la perspectiva que da el tiempo transcurrido desde que saltó la noticia -que algunos atribuyen a una filtración de un miembro del Gobierno contrario a la misma, aunque flechas más certeras apuntan a fuentes financieras que estaban ya en el secreto- se puede augurar sin peligro de equívoco el fracaso de una transacción que nació muerta.

La predisposición de Lukoil a comprar un 30% de Repsol a sus dos principales accionistas, Sacyr y La Caixa, a casi el doble de su valor en Bolsa (entre 27 y 28 euros) es, quizás, lo que más sorprende de una operación sin precedentes. ¿Por qué el grupo ruso está dispuesto a pagar un precio tan elevado si, por la mitad, podría adquirir en Bolsa un paquete similar de Repsol? Y, además, sin el riesgo añadido de que se vea obligado a lanzar una opa por el 100% si se demuestra algún tipo de concertación con los socios mayoritarios.

Una de dos: o es la prima que paga, como sostienen los minoritarios, para obtener el control (que ha ejercido, de facto, La Caixa con sólo un 14% del capital de la petrolera y que nombró a su actual presidente) o es que los vendedores le habían prometido una vía fácil de financiación.

¿Por qué iba a comprar Lukoil un paquete por el doble de lo que le costaría en Bolsa?

De hecho, desde el primer momento se transmitió la idea de que Lukoil no aportaría garantías añadidas al subrogarse el préstamo de 5.175 millones de euros (además de 500 millones en equity swaps) que Sacyr mantiene con 48 bancos para financiar su entrada en Repsol. Este préstamo está garantizado con el valor de las propias acciones de Repsol (que la constructora adquirió a 26,7 euros), siempre que coticen por encima de 21,8 euros.

Si Lukoil asume esta deuda necesitará aportar avales añadidos por la diferencia del valor de lo que compra y el precio que paga. Además, con esta cantidad no alcanza el 30%, pactado, para lo que necesita casi 10.000 millones al citado precio de más de 27 euros por acción (el viernes cerró a 15,2 euros)

No obstante, según trascendió de las negociaciones de los cuatro principales prestamistas (Santander, Caja Madrid, Citi y Caylon, a los que se ha sumado La Caixa) el grupo ruso se ha avenido a aportar las garantías que se le exigen, aunque, a cambio, ha rebajado su contraprestación a 22 euros. Otras opciones barajadas conducen directamente a la llamada operación menguante: subrogar sólo una parte del crédito de Sacyr o que Lukoil compre una participación inferior a la prevista.

Sea como fuere, la propuesta de financiación, que se pretendía entregar a los rusos a mediados de la semana pasada, no se ha formalizado. En realidad, nunca hubo tal intención de propuesta a Lukoil, sino la de cerrar un acuerdo, a la vista de que han sido los bancos quienes han negociado con los responsables de la empresa rusa, al parecer, a través de videoconferencia.

Estas negociaciones han avanzado en paralelo a una trifulca política que se ha saldado con un infructuoso desgaste de energía por parte del PP y con un aporte de confusión por parte del Gobierno, que el otro día aseguró por boca del presidente, Rodríguez Zapatero, que 'no hay caso', tras reiterar que no intervendrá aunque sí velará por Repsol. Según los mentideros, que se han alborotado en medio del enredo, una parte del Gobierno estaría en contra de la operación, y otra la acepta con resignación o a sabiendas de que existe un plan B.

Tampoco el papel desempeñado por el presidente de la petrolera, Antonio Brufau, ha aportado luz a un oscuro proceso, y menos aún sobre su posible desenlace. Brufau, que estuvo a punto de cerrar un cruce de participaciones con Lukoil a finales de 2006, tal como reconoció la semana pasada la compañía en un comunicado, aseguró el jueves no conocer 'la oferta' de la compañía rusa. El presidente de Repsol, que desconcertó a parte del mercado al negar cualquier intervención en la operación de Lukoil, ha exigido una opa por el 100% a cualquier inversor que quiera controlar Repsol. Algo que no ejercerá, según sus palabras, si la participación es inferior al 30% que establece la ley.

Sin el control de la sociedad ni una fácil financiación para comprar, a los rusos, cuyas reservas ascienden a 13.700 millones de barriles, frente a los 2.600 millones de Repsol, sólo les queda una colaboración industrial, tal como le ha ofrecido Brufau. Una onerosa colaboración a un precio de casi 10.000 millones de euros.

Quienes participan en la renegociación del préstamo de Sacyr han empezado a creer que su esfuerzo es inútil: por las dificultades para alcanzar un acuerdo (no sólo con Lukoil, sino también entre el casi medio centenar de entidades que forman el sindicato de acreedores) y por la creencia de que se está pergeñando un plan B.

Efectivamente, un equipo de asesores de alto nivel y de los propios bancos, del que no es ajeno el Gobierno, estudian una salida ante la evidencia de que no hay ningún comprador y de que la opción Lukoil va a caer por sí sola. Los responsables de Total dicen estar cansados de desmentir que no les interesa Repsol, pese a contar con 10.000 millones de dólares para adquisiciones. El grupo francés no centra su apuesta por el negocio del refino y marketing (tiene ya el 48% de Cepsa y el 20% de la red española de gasolineras) pues le aguardan tiempos duras por la fuerte caída del consumo que provocará la crisis económica.

El plan B supondría, en términos generales, que los bancos cambien la deuda de Sacyr por su participación en Repsol. Una solución que no todos los bancos aceptan, pues temen que su cartera se inunde de activos industriales. Sin embargo, tampoco dejan de temer las nefastas consecuencias (que han analizado exhaustivamente) de una suspensión de pagos de Sacyr.

Por otro lado, siendo el financiero el sector favorecido por los planes de rescate públicos, el Gobierno podría exigir 'un gesto' de los bancos para salir del atolladero. O ello, o renegociar la deuda con la propia Sacyr. Pero esa es otra historia.

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