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A fondo

El motor tose

Al sector español del automóvil le costó años y esfuerzo llegar a vender 1,5 millones de vehículos al año. Cuando en 2004 lo consiguió, fue todo un éxito. Y el reflejo de una economía que, en aquellos momentos, llevaba una década acelerando impulsada por la construcción y el consumo privado. Desde entonces, cada año se ha superado con creces el deseado millón y medio de unidades matriculadas y parecía que ese iba a ser el tamaño del mercado. Hasta 2008. A falta de mes y medio para completar el ejercicio, el dato estará en torno a 1,2 millones de vehículos. Y con una economía en crisis y abocada la recesión, todo indica que en 2009 se va a hacer complicado llegar al millón de vehículos vendidos. Las exportaciones, a las que se destina el 80% de la producción, tampoco van a solucionar el problema. Su caída es por ahora mucho más moderada que la del mercado interior, pero seguramente van a reflejar el fuerte frenazo de las grandes economías europeas, las principales clientes de España. Por si hay alguna duda, recordemos que el proceso descrito se ha vivido con el mismo número de fabricantes (11) y de fábricas (18).

¿Qué significa todo esto? Para España, dificultades. El sector encabeza la lista de exportadores (22% del total de las ventas al exterior), es la primera industria manufacturera, representa el 5% del PIB y ocupa cerca del 10% de la población activa entre empleos directos e indirectos. Es decir, después del turismo es el gran motor de la economía, y arrastra tras de sí un extraordinario complejo de industria auxiliar. Una fotografía que hace más preocupante la facilidad con que el sector, por sus características y especificidades productivas, acomete procesos de deslocalización.

El diagnóstico, a estas alturas, resulta obvio. Y se manifiesta en la regulación laboral para más de 20.000 trabajadores, casi uno de cada cinco empleos de los fabricantes de coches. Desde septiembre se han presentado una treintena de expedientes relacionados con el motor.

Fuera de España, las grandes industrias del sector atraviesan tales dificultades que puede desembocar en la mayor crisis de su historia. La sobrecapacidad, el impacto contaminante y la dependencia del precio del petróleo son tres talones de Aquiles en el mismo pie. Y lo peor para España es que los despachos de esas compañías donde se están tomando las decisiones para el futuro del sector están muy lejos de Madrid.

El mundo de la automoción está condenado a reinventarse y, por ello, abocado a la mayor reconversión desde que se inventó el motor a explosión. Los Gobiernos -empezando por EE UU con sus tres gigantes de Detroit venidos a menos- se disponen a tomar cartas en el asunto e iniciar los planes de salvamento característicos de cualquier sector maduro. Sirva la experiencia de otras reconversiones para saber que, por mucho dinero que se ponga en el depósito, la única solución está en abandonar viejas estructuras y poner en marcha la imaginación. Esta va a ser una reconversión mundial, con decisiones globales. Los movimientos radicales, como los recientes de los trabajadores de Nissan contra el expediente de regulación de empleo, no juegan a favor del sector en España.

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