Budapest
La capital húngara revive el esplendor de épocas pasadas sin dejar de mirar al Danubio. El río vertebra y divide una ciudad marcada por la influencia de sus aguas termales.
Unas ciudades nacen como cruce de caminos, otras gracias a la actividad comercial y algunas, como Budapest, son fruto de la unión de tres urbes con un nexo común: el Danubio. El río marca el emplazamiento y desarrollo de una metrópoli que asume haber dejado atrás su época más brillante pero renace bajo el auspicio de su reciente entrada en la Unión Europea.
La ciudad, como tal, nació en 1873 gracias a la unificación de Buda, Pest y âbuda, pero sus orígenes se remontan siglos atrás. Los primeros en aprovechar su emplazamiento a orillas del mayor río de Europa fueron los romanos, quienes bautizaron el enclave como Aquincum. Después, vendrían godos, ávaros y magiares (considerados los antepasados de los actuales húngaros), seguidos de mongoles y turcos. Sin embargo, fueron los Habsburgo quienes, bajo el dominio austrohúngaro, dieron a Budapest el carácter imperial que aún respira. Un brillo que permanece, pese a que gran parte de los enclaves históricos de la ciudad fueron destruidos durante la Segunda Guerra Mundial y reconstruidos años después ya bajo paraguas soviético.
Para adentrarse por primera vez en la metrópoli, una de las mejores opciones es optar por alguno de los cruceros que surcan el Danubio. Si se recorre su curso de día, se percibe fácilmente la configuración de la ciudad: con Buda y âbuda en la rivera occidental y Pest en la oriental. Entre ambas, queda emplazada la isla Margarita, abierta al público desde 1869 y hoy uno de los principales pulmones verdes de la capital.
Sin embargo, es el recorrido nocturno del río el que permite contemplar la mejor panorámica de Budapest, con el Parlamento y el Palacio Real como notas dominantes de cada orilla. Ambos edificios son, junto a los puentes que la atraviesan, algunos de sus elementos arquitectónicos más representativos. De norte a sur, el de Margarita, el de las Cadenas, el de Isabel, el de la Libertad y Lágymányosi son los puentes que cruzan el Danubio. Pero es el de las Cadenas, construido entre 1830 y 1849 y con 375 metros de longitud, el más simbólico, gracias a las figuras de leones que lo custodian.
Lo primero que hay que decidir a la hora de recorrer Budapest es por qué margen del río comenzar la visita. Independientemente de la elección, hay paradas obligatorias. En el caso de Buda, la silueta de la antigua ciudad está marcada por el Palacio Real. Aunque la semilla del actual edificio data del siglo XVI, se trata de una construcción de mediados del siglo XX, ya que fue destruido en febrero de 1945. En su interior alberga la Galería Nacional de Hungría, con la mayor colección artística del país. Pero no conviene dejarse llevar por el monumental palacio, lo mejor de Buda es pasear por ella y admirar las vistas desde el Bastión de los Pescadores, que pese a su nombre es, simplemente, un mirador construido a finales del XIX.
Tampoco conviene abandonar Buda sin visitar la Iglesia de Matías, una de las más bellas de la ciudad; y el Labirintus o Laberinto, un complejo de grutas de unos 10 kilómetros de longitud interconectadas bajo dominio turco, que sirvió de refugio durante la Segunda Guerra Mundial.
Cruzando a Pest, la atención del visitante la acapara el Parlamento. Su imponente estructura imita a su homólogo londinense. Se trata del mayor edificio del país, concluido en 1902, una mezcla de estilo neobarroco y neogótico del que están orgullosos sus habitantes.
Perderse por Pest no resulta complicado. Tampoco descubrir cómo conviven los opulentos edificios del XIX con la sobriedad soviética y la incipiente arquitectura contemporánea. Un claro ejemplo es la comercial calle Váci, en la que no deja de ser chocante la presencia de las grandes cadenas textiles.
Para regresar al pasado de la ciudad conviene desplazarse hacia el este, a Városliget, uno de los parques de la ciudad. En él se encuentra el Monumento del Milenio o Plaza de los Héroes. Una columnata con estatuas a mayor gloria de los ancestros magiares. Más al sur está la mayor sinagoga de Europa -Zsinagóga- de estilo neomorisco-bizantino y capacidad para 3.000 personas.
Hay quien dice que buena parte del esplendor decimonónico de la ciudad se debe al apego que sentía por ella Isabel de Wittelsbach, más conocida como Sissi. Aunque más que su cariño hacia la urbe, lo que trascendió entonces fue su idilio con el político y aristócrata húngaro Gyula Andrássy, por el que la emperatriz viajaba habitualmente a Budapest. Fue durante su reinado cuando se inauguró la neorrenacentista ópera nacional, obra de Miklós Ybl, arquitecto de buena parte de los edificios del siglo XIX.
Pero al margen de su arquitectura, Budapest es uno de los mayores balnearios de Europa. Sin duda, su pasado turco imprimió buena parte del carácter termal de la ciudad. Los baños Rudas, Rác, Király y Komjady datan del siglo XVI, pero siguen abiertos tras múltiples reformas que han mantenido intacto su carácter otomano. El acceso a sus piscinas, cuyas aguas oscilan entre los 16 y los 42 grados centígrados, restringen su entrada a hombres o mujeres dependiendo del día de la semana. De todos ellos, Rudas, situado entre el Monte Gellért y el Danubio, es el más espectacular, gracias a su piscina octogonal bajo una cúpula de 10 metros de diámetro.
Sin embargo, es el balneario Gellért el de mayor renombre. Comenzó a construirse en Buda en 1918, aunque en 1927 se amplió con una piscina que replica las olas del mar y en 1934 con otra de burbujas. Abre sus puertas diariamente a las 6 de la mañana, lo que permite a los habitantes de Budapest disfrutar de sus instalaciones antes de empezar la jornada laboral. Aún conserva intacto su mobiliario modernista y una piscina cubierta cuya estructura de columnas la convirtió en ocasional marco publicitario.
Como recomendación práctica, dada la complejidad del idioma húngaro o magiar, no está de más viajar con un pequeño diccionario que haga la estancia más sencilla. Sobre todo a la hora de desplazarse en transporte público. Precisamente, la amplia red de autobuses, tranvías y metro es una de las ventajas de la ciudad. Sin embargo, conviene tener en mente que sólo circulan hasta las 11 de la noche.
Guía práctica
Cómo irIberia ofrece vuelos directos a Budapest por, aproximadamente, 300 euros. Mientras, Spanair y Lufthansa operan vuelos conjuntos por 370 euros.DormirSi el presupuesto no es un problema, el Hotel Hilton es la mejor opción. Su emplazamiento en el centro de la antigua ciudad de Buda (Hess András Tér 1-3) y sus vistas sobre Pest lo distinguen. En caso de decantarse por las aguas termales, el Danubius Hotel Gellért 1 (Szent Gellért Tér), también en Buda, ofrece la propuesta más tradicional. En el margen occidental del Danubio, el Four Seasons Gresham Palace Budapest (Roosevelt Tér 5-6) está considerado uno de los mejores hoteles de Europa. Eso sí, siempre que se esté dispuesto a pagar alrededor de 300 euros por una sola noche. A la hora de comer, es difícil abandonar la capital húngara sin probar el guiso más tradicional y popular del país, el goulash. Si se tiene tiempo, no hay que perderse los restaurantes ocultos en la zona norte de Buda, por ejemplo, Kacsa Vendeglo (Fo Utca 75).ComprarAunque no tenga intención de comprar, el viajero no debe perderse el Nagy Vásárcsarnok, el Gran Mercado Central. Mientras los puestos de la planta baja muestran gran parte de la oferta gastronómica húngara, los de la planta superior dan cuenta de su artesanía. Tampoco es fácil resistirse a las propuestas de los mercadillos que recorren la ciudad en distintas épocas del año. Por el contrario, si se prefiere la oferta comercial de las grandes cadenas internacionales, la calle Váci es la mejor opción. Eso sí, al recorrerla conviene levantar la mirada y no perderse las bellas fachadas que la recorren.