La bicefalia en tiempo de crisis
Sigue teniendo Pedro Solbes el respaldo del presidente?, pregunta el periodista a uno de los diputados socialistas que más de cerca siguen la coordinación entre La Moncloa y el Ministerio de Economía. Respuesta: un respaldo completo y una fe ciega en el vicepresidente, confianza total. ¿Se nota el apoyo del presidente a Solbes a puerta cerrada?, consulta el periodista a uno de los dirigentes del PSOE que un lunes al mes escucha los comentarios que realiza Zapatero en la Ejecutiva del partido. Respuesta: sin duda alguna. Acertijo: ¿De dónde proceden, entonces, las especulaciones que colocan a Solbes en caída libre y al ministro de Industria, Miguel Sebastián, en puertas de quienes se creen predestinados a tomar las riendas de la crisis económica más compleja que ha vivido España en décadas? Para buscar las soluciones es bueno recordar algo del contenido y del continente.
El dato más cercano se conoció ayer. Cuando Zapatero se prepara para festejar sus primeros 100 días de Gobierno, se anuncia que la crisis ha absorbido en menos de un semestre el superávit del Estado, con un déficit, el primero en tres años, del 0,42% del PIB. Si bien desde la dirección del PSOE se advierte que el superávit nunca fue un fin en sí mismo, se trata de un revés más que añadir al aluvión de indicadores que vienen erosionando la popularidad del Gobierno desde las legislativas, como refleja la mayoría de las encuestas. Esta evolución demoscópica ha corrido paralela a la impaciencia con la que desde los despachos más influyentes de La Moncloa, de algunos ministerios y de la dirección del PSOE se vive la aparente incapacidad del Gobierno para responder con acierto a la época de vacas flacas. En estos tres ámbitos no se cuestiona la actividad legislativa como tal, que Zapatero reivindicará esta tarde en la madrileña Casa de Campo, sino la falta de liderazgo demostrada por el presidente y por Pedro Solbes para transitar por una legislatura harto complicada y fuertemente condicionada por las facturas del pasado.
Zapatero empleó meses en reconocer el estancamiento de la economía, refugiado en el escepticismo ante la mayoría de las previsiones. Cuando reaccionó, avaló un paquete de medidas destinadas a inyectar 18.000 millones en la economía para aliviar las dificultades de financiación de las empresas, suavizar el ajuste en la construcción e incentivar el consumo. Ninguna de estas iniciativas, acompañadas de otras reformas que debieran haberse promovido con o sin crisis, ha sido interpretada por los mercados en términos de fiabilidad, entre otras razones porque su eficacia no se podrá comprobar en el corto plazo. El clima de confianza se ha deteriorado y aún puede hacerlo más, se teme en el PSOE, si desde el Gobierno no se explican bien las razones por las que se decide no intervenir en casos como el de Martinsa Fadesa o los que están por llegar.
Destacados empresarios y representantes del mundo financiero opinan que el Gobierno peca de pasividad y sólo espera a que escampe
Puede haber razones en el equipo económico para no entrar a fondo en este debate que el PP sólo quiere aflorar tímidamente -recuérdense las ayudas del Instituto de Crédito Oficial a UGT en el fiasco de la PSV o el crédito concedido el año pasado a Hábitat para refinanciar su deuda-, pero, en todo caso, lo que se echa en falta dentro del PSOE, en un sector del Gobierno y también entre la clase financiera y empresarial es un discurso articulado de política económica que transmita liderazgo y confianza, nada de optimismo ciego. Cada día es más patente el clamor entre destacados empresarios y altos representantes del sector financiero contra un Gobierno que, a su juicio, se limita a abrir el paraguas frente a la crisis, a la espere de que escampe. Diagnóstico concluyente: ausencia de medidas para solucionar los problemas de liquidez de las empresas, falta de dirección política y fallida estrategia de comunicación para disimularla.
La alternativa de quienes albergan estas preocupaciones no pasa por sembrar el campo de juego de improvisaciones, como se reprocha a Miguel Sebastián cuando propone la compra masiva de suelo por parte del Gobierno a los constructores en dificultades o cuando defiende en privado una mayor implicación del crédito oficial en las tareas de salvamento del sector inmobiliario. Como no existe un faro seguro con el que guiarse durante la tormenta, al margen de la luz que refleja el dúo tan compenetrado que forman Pedro Solbes y el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, desde La Moncloa se ha optado por los golpes de efecto.
Convocatoria de economistas
Al mitin que hoy pronunciará Zapatero para reivindicar sus 100 días de Gobierno se sumará este jueves la reunión sin precedentes de una docena de economistas, con opiniones sobradamente conocidas, convocados por la Oficina que el propio presidente, a petición de Solbes y con la aquiescencia de Sebastián, desactivó tras el paso de David Taguas a Seopan. No se conoce la opinión que de esta novedosa cita tendrán los 17.000 funcionarios que trabajan al servicio del Ministerio de Economía, empezando por la de Solbes. Pero el vicepresidente tendrá ocasión de darla con perspectiva si a mediados de agosto, como es intención de Zapatero, se reúne el Consejo de Ministros para analizar con carácter excepcional la evolución de una crisis que, oficialmente, sólo existe desde hace semanas.
Volviendo al acertijo: ni Solbes se encuentra en caída libre, según constatan los mejor informados, ni está la fruta tan madura como para preparar su relevo. A fin de cuentas, qué mejor servicio le puede rendir el vicepresidente a Zapatero que gestionar de forma razonable, si puede, algunas de las promesas electorales que surgieron de la reflexión de quien ya no está en el Gobierno y trabaja en el campo de las ideas, una reforma de la financiación regional que despierta creciente escepticismo entre las comunidades que primero la promovieron y unos Presupuestos que, en uno de sus capítulos como el de la inversión, están supeditados a las previsiones de obligado cumplimiento incorporadas al Estatuto catalán. La bicefalia no interesa en tiempo de crisis porque hasta Sebastián se ha vuelto solbiano.