Una subasta acaba con 17 años de pleitos por la marca Churruca
El menor de los hermanos López Lluch se hace por 7,12 millones con la enseña de pipas.
Más de 17 años de denuncias, juntas impugnadas, juicios y hasta alguna que otra campaña más o menos sucia finalizaron este pasado jueves con la subasta de la marca Churruca, la histórica enseña de frutos secos por la que los hermanos José y Luis López Lluch se han peleado en los tribunales desde 1991. Luis, el menor de los hermanos, se hizo con la marca y el conocido logotipo del cocinero por 7,12 millones de euros en una subasta que tenía una licitación inicial de dos millones de euros y en la que se enfrentó a su hermano. Sin embargo, el ganador sólo tendrá que pagar 3,56 millones, ya que el 50% de la marca le pertenecía. Y el perdedor recibirá esa misma cantidad, porque la otra mitad de la marca era suya. Cómo se llegó a esta situación es un auténtico culebrón y, a la vez, ejemplo de los problemas de las sucesiones mal resueltas en las empresas familiares.
Los problemas se remontan a finales de los años ochenta. Los dos hermanos habían heredado de su padre la empresa a partes iguales, pero con la peculiaridad de que estaban separados la empresa, Productos Churruca, los inmuebles y la marca. De cada uno de estos activos, cada hermanos tenía la mitad. Cuando las discrepancias en la gestión se agravaron empezó el calvario. Las juntas de accionistas no resolvían nada (siempre acababan empatadas) hasta que entró un accionista en teoría independiente para resolver el conflicto. De nada sirvió. Luis aprobaba ampliaciones de capital que José no suscribía y, paralelamente, impugnaba la celebración de la junta. Pese a ello, Luis se fue haciendo con el control de la empresa histórica al tiempo que José optó por crear una nueva sociedad, la actual STI Ibérica, en la que empezó a usar la marca Churruca y el logotipo del cocinero, tal y como hacía su hermano.
Al ser propiedad personal de ambos por herencia, los dos tenían derecho a usarla, según se había declarado en una sentencia de 1998, por lo que ambos cedieron su explotación a sus respectivas empresas.
Los bufetes de abogados que representaban a las dos partes amontonaban decenas de procesos, llegando incluso a demandas en las que un hermano pedía al otro una indemnización millonaria por daños morales. Hace 10 años, por las mesas de los tribunales habían pasado más de 50 pleitos distintos relacionados con esta casa.
En 2003 a un juez se le acabó la paciencia. Retiró el uso de la marca a ambos y dictó una sentencia por la que obligaba a sacar a subasta la marca y su representación gráfica para acabar con el problema. Además, la venta estaría abierta a terceros. Los preparativos para la subasta han tardado cinco años, una tardanza a juego con el interminable conflicto fratricida.
En la venta realizada en la sede del juzgado el pasado jueves hubo cuatro postores, aunque la liza estuvo entre los dos hermanos. Al final, Luis, el que se quedó con Productos Churruca -sociedad de la que sigue siendo accionista minoritario su hermano-, se llevó al cocinero a su cocina. 'La marca Churruca vuelve a casa', destacó la compañía tras recuperar el uso exclusivo de la enseña.
Una amarga victoria, en todo caso, si se piensa en la cantidad de dinero que las dos partes han invertido en abogados y juicios, en los problemas de imagen para la marca, que incluso ha estado a un paso de desaparecer, y para una empresa que hace cinco años facturaba 20 millones de euros y que este pasado no alcanzó los 30 millones.