Bendita ignorancia, maldita consciencia

Cuando las obviedades se convierten en noticia, es una mala noticia. Los titulares de los periódicos generalistas andan enredados en una discusión semántica sobre si la crisis es o no es, algo que no deja de ser una discusión acerca de la fe y, en consecuencia, un inútil ejercicio de diletantes. 'Que cultiva algún campo del saber, o se interesa por él, como aficionado y no como profesional'. Eso es, según la RAE, el diletante.

El periodista es, por definición, un diletante, pues raramente vive de aquello sobre lo que opina: Pierden su sitio quienes pasan la frontera entre las palabras y los hechos. Ahora, un diletante bien entendido tiene la tácita obligación de llevar la contraria: en el mundo económico no existía el paraíso hace un año y medio, ni ahora vivimos en el infierno.

Padoa-Schioppa, ex ministro de Finanzas italiano, comentaba la semana pasada en unas conferencias en Estocolmo que según su punto de vista lo que estamos viendo es un ajuste, no una tendencia. Un episodio, aunque los episodios pueden ser dolorosos y prolongados. No tranquilizan las causas últimas: desorden monetario, falta de transparencia, exceso de apalancamiento... Son argumentos para un episodio serio. Pero, en el fondo, decía lo mismo que Botín el sábado. Son gente razonable: tarde o temprano llega el fin de ciclo, en la economía, en la política y en el deporte. Nada es para siempre.

æpermil;sa es una frase obvia, pero todos los periodistas destacamos el símil de Emilio Botín con la fiebre pasajera de un niño. Otra obviedad: La crisis es más seria de lo previsto. Es que si no, sería otra cosa distinta. La economía trata del estudio de los imprevistos, y por eso hablar de ciencia económica es como hablar de previsiones de lo imprevisto.

Volviendo a la cuestión de las obviedades, su existencia señala que hay vacas flacas. Hace menos de dos años el ladrillo era la inversión más protegida del Sistema Solar, y apuntar el riesgo de crisis suponía estar fuera del mercado. Bendita ignorancia.