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CincoSentidos

Bares de ostras para paladares urbanitas

Gallegas o francesas y regadas con champán, se sirven a cualquier hora del día

Todavía son bastante novedosos en España, aunque en Londres o Nueva York llevan tiempo concitando la atención de un público urbanita y seguidor de tendencias. El concepto de los bares de ostras se ha redefinido. Tabernitas de ostras encantadores y populares han existido desde siempre en Francia, y en España tiene fama el vigués mercado de la Piedra, donde las vendedoras las ofrecen en sus puestos en plena calle. Pero los bares de ostras actuales son otra cosa, porque exigen un entorno más sofisticado, elegante o de diseño.

La idea es sencilla: servir ostras por unidades o medias docenas, con un mínimo de preparación -lo habitual es presentarlas al natural, sobre un lecho de hielo picado- para tomar a cualquier hora del día. Suelen acompañarse de vino blanco pero, sobre todo, de champán servido por copas, lo que encarece menos la factura. Madrid es la ciudad en la que más oferta de este tipo de locales -que los anglosajones denominan oyster bar- existe. Posiblemente el más conocido es el Glass Bar del hotel Urban (Carrera de San Jerónimo, 34), el primero de estas características que se abrió en la capital. De ambiente y estética glamourosa, en su barra sirve ostras gallegas napoleón sobre hielo pilé (5 euros la pieza), convenientemente regadas por Laurent Perrier, Perrier Jouët o Taittinger por copas. Por su parte, en la preciosa barra retroiluminada del Lágrimas Negras (Hotel Silken Puerta de América, Avda. de América, 41) las acompañan de Bloody Mary, con 52 referencias de champanes por botellas y más de seis por copas (ostra napoleón, 6,50 euros).

En el novísimo Ramsés (Pza. de la Independencia, 4) se pueden tomar ostras gallegas hasta las tres de la mañana. Al natural, con algo de limón o pimienta, se tarifan a 5 euros. Para beber, Moët & Chandon o un sugerente cóctel oyster-martini (ginebra, vermut e infusión de ostra). Privée (Bárbara de Braganza, 8) es un bar donde no pueden faltar la Fine de Claire número 2, la famosa ostra francesa de Marennes. La ofrecen con pan de centeno, mantequilla salada y chalotas con vinagre balsámico (3 euros pieza) y una interesante carta de champanes.

En Barcelona el único oyster bar como tal es Gouthier (Pza. Sant Vicens, 9). Su propietario, importador de ostras francesas, las propone de distintos calibres (entre 1,20 y 2,40 euros), con una selección de cavas, champanes y vinos por copas a muy buen precio.

Y otras dos direcciones a tener en cuenta son Palo Cortado, en Málaga (Avda. de Príes, 4) y La Antigua Cigarrería, en Bilbao (Astarloa, 5). Por el primero, un moderno restaurante con barra de ostras, desfilan la Gillardeau número 0 y número 2 (3,5 y 4,5 euros, respectivamente) y la jurásica gallega, con magníficos champanes (Salon, Krug, Dom Perignon) de acompañamiento. En el segundo, y sólo por las tardes, ostras españolas o francesas a 3,50 la pieza.

En Nueva York

Hace años que en la ciudad de los rascacielos está de moda tomar ostras, y no sólo en los restaurantes. Los oyster bar se diseminan por todo Manhattan, aunque el más famoso sigue siendo el de la Grand Central Station (42nd St. & Vanderbilt Ave.). Abierto en 1913 en el subsuelo de la estación, su barra de ostras, con casi 30 variedades, es la más completa de Nueva York. En el West Village son famosas las ostras fritas del Pearl Oyster Bar (18 Cornelia Street), muy conocido también por su lobster roll, un singular sándwich de langosta. Otras direcciones recomendable son el Aquagrill (210 Spring St.), en el Soho, que oferta más de 20 tipos, entre ellas las de Nueva Escocia o Long Island. Siempre atestado y con una gran carta de vinos y champanes, el Blue Ribbon Brooklyn Brasserie (280 Fifh Ave.), que las sirve por medias docenas; encantador el Ed's Lobster Bar (222 Lafayette St.), y definitivamente cool el BLT Fish (21 W 17th St.), en Chelsea, donde junto a todo tipo de pescados y mariscos, su especialidad, no podían faltar las ostras.

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