El valor real de los activos financieros
Desde el pasado mes de agosto vivimos una convulsión a la hora de valorar los precios de los activos. Vaya por delante que esta crisis no me parece muy distinta a otras vividas y que por tanto tendrá final, como lo tuvieron otras.
En estos periodos, los gestores de activos, y en este colectivo se incluyen los gestores de fondos, los financieros de las aseguradoras y los tesoreros de los bancos, además de preocuparse por la valoración de los mismos como ocurre normalmente, aparece una variable adicional que en otras circunstancias puede pasar más desapercibida: la liquidez. No debemos olvidar que el valor real de los activos es el que se refleja en las transacciones.
Es evidente que los activos poco líquidos conllevan mayores diferencias entre su precio de compra y de venta, pero si además el momento en que se pretende deshacer coincide con época de crisis financiera su precio puede llegar a ser inexistente. No significa esto que no valgan nada sino que el mercado no quiere esos activos en esas circunstancias.
En general los activos de renta fija que no están sumergidos en estructuras complejas, gozan de liquidez suficiente y por lo tanto pueden ser realizables con facilidad, aunque por desgracia para sus tenedores, su valor pueda ser manifiestamente menor que en el momento de su adquisición.
Pero dar valor de mercado a instrumentos o activos basados en derivados de crédito o préstamos que incorporen algún tipo de opcionalidad y que además estén apalancados 'X' veces y metidos en un vehículo, es complicado si no sabemos claramente cuál es el subyacente. La única forma sería conocer el núcleo del producto, el subyacente último para, valorado éste, intentar dar una aproximación. Las capas de la cebolla que hemos quitado previamente sólo restan más valor al activo.
Este ejercicio es fundamental para valorar correctamente las carteras o los balances por mucho que se diga que son inversiones a largo plazo. La transparencia es vital. Y con esto no digo que no se esté haciendo, pero sí que tengo la sensación de que se hace cuando no queda más remedio.
Luis Peña Consejero delegado de Fonditel