'El cambio climático no es el único problema del siglo XXI'
Ha sido reconocido como una de las 100 personas más influyentes por Time y uno de los jóvenes líderes del mundo. El autor de El ecologista escéptico plantea un mejor destino de los recursos para paliar el calentamiento global en su nueva obra En frío, una invitación a enfriar el planeta y el debate
Bjorn Lomborg, danés, de 42 años, introdujo en 2001 una visión crítica de los temas medioambientales con El ecologista escéptico (Espasa), al cuestionar con información estadística de institutos de investigación los postulados de organizaciones ecologistas. En su nueva obra, En frío (Espasa), explica cómo gastando una parte de lo que costaría el Protocolo de Kioto en investigación y desarrollo de energías limpias, los beneficios en la lucha contra el calentamiento global serían mayores.
Con El ecologista escéptico se ganó las críticas de la comunidad ecológica y científica.
Sí. Hubo personas que comenzaron a criticarme porque en el debate sobre el medio ambiente incluí el punto de vista de los economistas. Es importante tener ideas buenas, pero hay que valorar cuál es su coste. Un ejemplo son los hospitales, cada vez hay más economistas que están gestionando el trabajo de los profesionales sanitarios, porque permiten establecer una escala de las prioridades. Lo fundamental es destinar correctamente los recursos.
'Una solución es gastar los 180.000 millones de Kioto y no conseguir gran cosa, otra es gastar la mitad en educación, sanidad y, además, en I+D para paliar el cambio climático. Yo prefiero lo segundo'
En frío habla precisamente de la necesidad de dirigir los recursos de una manera más efectiva para contrarrestar los efectos a medio plazo del calentamiento global.
El título sugiere que hay que tratar el cambio climático, hay que enfriar. Las acciones que propone el protocolo de Kioto costarán 180.000 millones de dólares en reducir la emisiones de CO2 y es probable que su impacto sobre la temperatura global sea mínimo. Lo que se proponía era una reducción del 11,4%, pero en realidad, la reducción real sería del 0,4%. Es un coste elevadísimo.
Discrepa de la efectividad de las inversiones que propone Kioto, ¿dónde destinaría usted los recursos?
El cambio climático es un problema a largo plazo, entre 50 y 100 años. No tenemos que encontrar soluciones que nos hagan sentir bien para conseguir muy pocos resultados a un coste elevadísimo. Mi propuesta es destinar el 0,5% del PIB a investigación y desarrollo de energías que no produzcan emisiones de CO2. Es lo que llamo el nuevo Kioto y me gustaría que se tratara este año en el Consenso de Copenhague. De esta forma, se conseguiría un gasto diez veces inferior a lo que propone Kioto, pero con una eficacia 100 veces superior. Por ejemplo, los paneles solares son caros y poco eficientes. Convendría lanzar otros de aquí a 50 ó 60 años y permitir a China e India subirse al carro de las energías más limpias sin dejar la iniciativa sólo a los países occidentales.
¿Hay que incidir en las políticas de concienciación?
Estamos llegando a extremos de tremendismo, que consiguen que todo el mundo se sienta mal. Ahí está Al Gore. Luego están las políticas de aplicar impuestos para cubrir todas las eventualidades. Lo vemos con el agua. Darse una ducha caliente va a generar sentimiento de culpa en todo el mundo; por otro lado, un impuesto sobre el agua caliente supondrá que habrá que pagar por una ducha. Así que con la primera opción, las personas se sentirán culpables, con la segunda, no. Yo prefiero la segunda.
El título del libro también se refiere a la necesidad de enfriar el debate. ¿La política también se aprovecha del cambio climático?
Los partidos de izquierdas tienen una visión más tremendista sobre el cambio climático, mientras los de derechas no hacen hincapié en el tema. No hace falta pertenecer a uno u otro para tener una posición inteligente al margen de la política. Hay que encontrar un punto intermedio, ni llegar a una visión tremendista como la de Al Gore, ni ignorar el asunto. El cambio climático es uno de los problemas del siglo XXI, pero hay más.
¿Es más fácil la defensa del medio ambiente en un país rico?
Si preguntas a un chino, un indio o a un africano subsahariano qué prefiere, curar la enfermedad de su hijo o reducir las emisiones de CO2, obviamente elegirá lo primero. Claro que estamos en una posición privilegiada, que nos permite centrarnos en el cambio climático. No obstante, hay otros problemas que deben tomarse en consideración. Al final del libro retomo la idea de Al Gore de ¿cómo queremos ser recordados como generación? Una solución es gastarnos 180.000 millones y no conseguir gran cosa, otra es gastar la mitad en educación, sanidad y, además, en investigación y desarrollo que permita a largo plazo paliar el cambio climático. Visto así, parece lógico que prefiera la segunda opción.
Un planeta mejor en herencia
Bjorn Lomborg lleva una vida coherente con sus ideas. No tiene coche y se mueve en bici. Lo de volar lo soluciona donando 20 dólares -equivalentes al coste de la reducción de emisiones de C02- a la Cruz Roja. Entre febrero de 2002 y julio de 2004 ocupó la Dirección del Instituto Medioambiental de Dinamarca. Desde el lanzamiento de El ecologista escéptico, en 2001, sus comentarios han aparecido en publicaciones como The New York Times, Wall Street Journal, The Guardian, The Daily and Sunday Telegraph, The Times o The Economist y ha intervenido en programas de la CNN o la BBC.Sus planteamientos no han sido bien recibidos en la comunidad ecologista, Greenpeace incluso negó que Lomborg hubiera pertenecido alguna vez a la organización. No todo han sido críticas. La revista Time le nombró en 2004 una de las personas más influyentes y el Foro Económico Mundial le seleccionó ese mismo año en la lista de los Jóvenes líderes mundiales. Este año, The Guardian ha visto en él una de las 50 personas que podría salvar el planeta. Para Lomborg resulta difícil responder a la pregunta de si se siente realmente influyente. Su única intención es llamar la atención sobre la necesidad de 'dejar un planeta mejor para todo el mundo'.Profesor adjunto de la Escuela de Negocios de Copenhague, en 2004 impulsó el Consenso de Copenhague, una conferencia de economistas para observar cuáles son las prioridades ante los grandes desafíos del mundo.