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CincoSentidos / De ruta

Aire medieval en una ciudad con tesoros por descubrir

Escapada. Un fin de semana diferente en la provincia de Ávila

Ahora que llega el frío es un buen momento para vivir la esencia de la ciudad castellana. Solamente por ver sus murallas estaría justificado el viaje, pero hay mucho más. En efecto, constituye el mejor ejemplo de una ciudad amurallada en España, y si tiene la suerte de admirar su belleza después de una nevada, la imagen se grabará en su memoria para siempre.

El origen de la ciudad está en el siglo VII a.C., pero tras el paso de los cartagineses, romanos, visigodos y árabes, las defensas comenzaron a construirlas los cristianos en el siglo XI. Con un perímetro de más de 2,5 kilómetros, un grosor de 3 metros de ancho y una altura media de 12 metros, esta construcción define el carácter de la ciudad, con la piedra como elemento omnipresente. Ávila vivió su momento de mayor esplendor durante el siglo XVI, el periodo en que dejó su impronta Santa Teresa de Jesús (1515-1582). Las huellas de la genial escritora se encuentran fuera de las murallas, en los conventos de La Encarnación y San José.

También extramuros está la plaza que lleva su nombre, un lugar frecuentado donde cada semana se instala un mercadillo. En ella está la iglesia de San Pedro, de estilo románico, cuya construcción se inició en el año 1100. Como en toda ciudad medieval que se precie, la catedral de San Salvador es una visita obligada. Se inició en el siglo XI y no se terminó hasta el XIV, y en ella se puede apreciar el tránsito del románico al gótico. La ciudad está plagada de imponentes palacios hoy convertidos en hoteles.

Mucho menos conocidos que los monumentos de la ciudad son los restos de tribus célticas que habitaron la zona antes de la llegada de los romanos. En la sierra de Paramera, un conjunto de montes al suroeste de Ávila capital, hay varios restos de sus construcciones. Desde el pueblo de Villaviciosa parte una pista de tierra que llega a los castros de Ullaca (Monumento Nacional desde 1931) y Navasangil. Se estima que vivieron sus mejores tiempos entre los siglos III y II a.C., y en el primero de ellos se puede identificar el altar de sacrificios, las murallas y los restos de algunas viviendas.

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