La Fundación Ramón Areces que hereda Magda Salarich
Multiplica por veinte la dotación legada por el fundador, pero gasta menos de lo previsto en su faceta científico-cultural
Hace poco más de 31 años Ramón Areces, fundador de El Corte Inglés, acudió a la notaría madrileña de Alejandro Bérgamo con el propósito de constituir una fundación para 'devolver a la sociedad, en su más amplio concepto, lo que de la sociedad recibí'. Areces excluyó deliberadamente de la motivación 'la filantropía y la caridad'. En una exposición de motivos en la que saca a relucir la tremenda parábola cristiana de Los Talentos (Mateo 25, 14-30) aclara que es su deseo que los fondos se destinen 'a lo que sea más rentable, sin limitación de campo, para la sociedad, tanto en lo concerniente a la investigación como al estudio, desarrollo o puesta en práctica de métodos, invenciones y perfeccionamientos'.
Nacía así, con ese espíritu, la mayor fundación benéfico cultural de España, que ahora va a pilotar Magda Salarich. La dotación que Areces dio a la institución que le debía sobrevivir tras su fallecimiento, en 1989, suma entre lo aportado en vida y la herencia la cantidad de 305 millones de euros (algo más de 50.000 millones de pesetas de los de entonces). La mayor parte de esta cantidad, en acciones de El Corte Inglés. Un título de cuyo valor se discrepa tanto, que son los jueces quienes se afanan en cifrarlo.
El fundador decidió patronear la nave hasta su muerte, pero dejó claro desde el primer día que el sucesor sería su sobrino Isidoro Álvarez, 'con carácter vitalicio'. En estos 31 años de singladura, los patronos pueden mostrarse muy satisfechos, ya que se han multiplicado casi por veinte los talentos de Areces. El balance del último ejercicio concluido muestra que la Fundación, sólo en inversiones en las empresas El Corte Inglés y su grupo, Induyco y Móstoles Industrial, cuenta con un patrimonio de 2.500 millones de euros. El valor teórico contable del 35% del capital que controla en el gigante de los grandes almacenes españoles es de 2.326 millones. Si se tuviera en cuenta la última valoración concedida en sentencia judicial, se acercaría a los 5.000 millones de euros.
Nadie puede discutir, por tanto, que la gestión económica ha sido y es un éxito rotundo. Sin embargo, la que atañe a la promoción de actuaciones científico culturales, que es su fin estatutario, ha ido languideciendo con los años por diferentes causas, pero especialmente por la energía que requiere el día a día y los planes de actuación de una fundación del calado y la presencia de la Ramón Areces.
En los últimos cuatro ejercicios, por ejemplo, no ha gastado el 50% de los ingresos ordinarios. La ley contempla que una fundación debe invertir al menos el 70% de aquéllos en los fines que marcan los estatutos, aunque permite compensar el desfase en un plazo de cuatro años. Desde el ejercicio 2003 hasta el 2006, ambos incluidos, la Areces tiene una media de gasto sobre ingresos del 47%, de tal suerte que acumula 21,5 millones de euros pendientes de inversión.
Con esta situación, Isidoro Álvarez cierra en el pasado mes de septiembre el fichaje de Magda Salarich, experta en ventas y marketing y una de las directivas con mejor caché del continente, a la que encarga la tarea de dinamizar la Fundación Ramón Areces.
Salarich, de 51 años, ha confesado siempre que en las organizaciones lo que manda es la cuenta de resultados, un elemento menos relevante y, sobre todo, más difícil de calibrar en el tercer sector en el que aterriza ahora. Incorporada ya al trabajo desde inicios de noviembre, su talento será puesto a prueba por los mismos patronos que están introduciendo la savia nueva en el grupo de El Corte Inglés.
Organigrama austero
Los gastos de personal y el número de empleados por la fundación dicen bastante sobre el perfil que hasta ahora ha tenido la institución. Una plantilla formada por un directivo, seis administrativos y tres personas más, con un coste global del departamento de 624.000 euros.
Vidas paralelas. Amancio Ortega también compite en filantropía
El hombre más rico de España en la actualidad es Amancio Ortega, fundador y accionista de control de Inditex, empresa competidora de El Corte Inglés en negocio, éxito y gigantismo. Ortega ha seguido el camino de Areces, con la creación hace seis años de una fundación que lleva su nombre. En esas fechas decidió constituirla con una donación de 60 millones de euros, que quedan cortos en equivalencia respecto a los 2.000 millones de pesetas de legado inicial del asturiano Areces, quizá también el mayor hacendado de España en su época. Continuar con esta sana competencia filantrópica está en manos del empresario gallego.
Beneficiarios. Reparto en toda España de cantidades pequeñas
El gasto de la Fundación Ramón Areces pivota en torno a dos grandes ejes: becas y ayudas para investigación económica, científica y técnica, y las actividades docentes y culturales. El fortalecimiento y la garantía del buen uso de los recursos los controla desde dos consejos, el científico y el de ciencias sociales, encabezados por dos personalidades ilustres: Federico Mayor Zaragoza y Luis Ángel Rojo, respectivamente. El gasto se caracteriza por la atomización. Al menos en los últimos años, el dinero se reparte entre numerosos beneficiarios y con gran diversificación geográfica. Lo habitual es que las partidas no superen los 40.000 euros.
Pares. Destacan March, Barrié de la Maza, Botín y Del Pino
Apellidos ilustres en el panorama de fundaciones con gestión notable e importante cuantía de recursos destinados a sus fines hay unos cuantos. La Juan March, fundada en 1955 y con objetivos similares a la Areces, es una de las más conocidas; contribuyó a sus fines con 9,9 millones el pasado ejercicio. La Pedro Barrié de la Maza, dedicó 8,6 millones a sus fines fundacionales. La de Rafael del Pino, con una gran gestión de los recursos fundacionales de 114 millones, destina a los suyos 6,4 millones, un 86% de los ingresos totales. Por último, la Marcelino Botín, que desembolsó 11,6 millones en actividades de desarrollo social el pasado año.