Esperando la V de la vivienda
Que el ladrillo ha dejado de ser la piedra filosofal de la economía española es algo que lleva muchos meses sobre la mesa. Es un proceso que empezó sin que se notase demasiado, que encontró en Astroc el símbolo mediático perfecto y que se ha visto reforzado, euribor mediante, por la crisis hipotecaria en Estados Unidos. La fiesta está terminando, para lo bueno porque cuanto antes se frenen los procesos de inflación de activos, mejor, y para lo malo porque este freno va a enfriar de forma sensible la economía española. Pero no se puede vivir eterna y exclusivamente de juntar ladrillo y cemento, y sólo queda por ver cómo se pone en marcha el ajuste.
Hay dos grandes alternativas, la U y la V. La U es una caída más larga pero menos violenta y la V es todo lo contrario, un descenso violento en los precios. En el primer escenario los niveles de precios se mantendrían más estables, puesto que el ajuste estaría centrado en la actividad. A lo largo de varios años los precios se mantendrían estables, porque si nadie vende, el precio no baja. Se construirían menos viviendas y la demanda absorbería las existencias acumuladas durante unos años.
Una alternativa engañosamente positiva, en la medida en que los propietarios de vivienda no tienen la sensación de pérdida de patrimonio pero la economía en general sufre por el parón prolongado en construcción -actividad intensiva en empleo- y porque, además, no se purga una industria a todas luces sobredimensionada, donde la especulación y el dinero fácil han dado lugar a ciertas prácticas dudosas.
La segunda opción es la V. Un descenso fuerte en los precios que dé salida al stock de viviendas, pues en España hay una alta demanda de viviendas que permanece latente por los altos precios. Una caída de éstos implicaría un menor descenso de actividad o, al menos, una recuperación más rápida del pulso constructor, pues el menor precio no se trasladaría a los costes de producción, sino en su mayoría al suelo.
Una crisis en forma de V es poco habitual en España, pues más que invertir en casas, se tiende más a la acumulación pura y dura. Pero el mercado, en cierto sentido, se ha modernizado y flexibilizado en la última década, luego no es descartable que una caída más repentina, un proceso de destrucción creativa que sentaría mejores bases para el futuro del sector.