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Lealtad, 1

Los 1.000 puntos de la incertidumbre

Si la Reserva Federal no hubiese recortado medio punto los tipos de interés de referencia, hace un par de semanas, podría pensarse que todo el ruido alrededor de las famosas hipotecas subprime ha sido poco más que una serpiente de verano. Más o menos en la línea de quienes señalaban, no hace tanto, que el posible pinchazo de la burbuja inmobiliaria era una manía de ciertos comentaristas. Pero es difícil aplicar la vieja táctica de matar al mensajero cuando quien imprime los billetes de un dólar con la efigie de George Washington cambia sus planes de forma radical.

Podría recurrirse al truco de la serpiente de verano porque el mercado, ese ente que provoca actos de fe inquebrantable, nos dice que el Ibex está a sólo 1.000 puntos de su máximo histórico, es decir, del momento en el que las personas supuestamente mejor informadas consideraban que la situación era mejor. Y no parece que sea así, es decir, no parece muy lógico que el riesgo de crisis se perciba con tanta claridad en las expectativas y las decisiones de política monetaria mientas la Bolsa, habitual saco de nervios, ejerce la labor contemporizadora.

Los 1.000 puntos saben a poco, en gran parte, debido a la propia baja de tipos de la Reserva Federal. Gustoso el mercado del pájaro en mano, recibió de perlas el dinero algo más barato. Si después llega la crisis ya quedará tiempo para vender. Y el bálsamo de corto plazo que provoca el descenso de los tipos contribuye, a su vez, a mitigar el riesgo de una crisis de mayores proporciones, añadiendo algo más de complejidad a una tormenta financiera ya de por sí retorcida.

No extraña en este contexto la reacción del mercado. Escasa si se toma la evolución de un punto a otro, pues desde finales de junio -cuando estallaron los fondos de Bear Sterns- el Ibex sólo cae alrededor del 2% pero muy nerviosa si se observan los niveles de volatilidad y la violencia de los altibajos que trufan este suave descenso.

Es pura ignorancia. Son los nervios de quien no sabe a qué carta quedarse y, finalmente se queda a medio camino -los 1.000 puntos son ese punto entre la confianza y el pesimismo- no porque crea que es la decisión correcta, sino porque, al menos de momento, no se atreve a hacer otra cosa.

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