José Tomás, 16 tardes de pasión y toros
El torero madrileño concluye el domingo en Barcelona una temporada breve, pero desbordada de expectación y éxito
José Tomas finaliza este domingo la temporada de su reaparición. Y lo hace toreando, como no podía ser de otra manera, en la Monumental de Barcelona, su plaza talismán. La campaña del diestro madrileño comenzó el 17 de junio en esa misma ciudad catalana y se ha compuesto de 16 corridas, además de otra que perdió por encontrarse herido. Y en ninguno de los festejos ha estado ausente la pasión y la entrega, los llenos en las plazas y el éxito del torero. Tanta expectación se generaba en cada corrida de José Tomás, que cada nueva cita se convertía en un acontecimiento, con lo que esto lleva aparejado de desplazamientos de aficionados, expectación desbordada y aumento hasta límites insospechados de la reventa.
Todos esos condicionantes no han hecho sino acrecentar el mito José Tomás, de manera que éste ha traspasado las fronteras de las revistas especializadas taurinas y ha entrado de lleno en los medios generalistas. José Tomás, el torero y el ídolo, el héroe inescrutable, el hombre callado y tímido que arrebata a las masas, ha sido uno de los grandes animadores de la temporada que ya está llegando a su final.
En lo estrictamente estadístico, la campaña de José Tomás ha sido impecable: en las 15 primeras corridas de toros cortó un total de 32 orejas. Y ha salido nueve veces por la puerta grande, además de otras dos que, habiéndose ganado el derecho a salir en hombros, no pudo hacerlo por encontrarse herido. Pero los números, aun siendo importantes, pueden no decir nada, o decir muy poco, si no van acompañados de toreo. Y el de José Tomás ha sido muy importante en la mayoría de la tardes. Entre otras, para el recuerdo han quedado sus faenas en El Puerto de Santa María y San Sebastián, en Málaga y Salamanca, en Murcia y Nimes
En este sentido, los cinco años que han tenido que esperar los aficionados para verle de nuevo vestido de luces han merecido la pena, pues el diestro nacido en 1975 en Galapagar (Madrid) ha regresado a los ruedos con un concepto aún más depurado del toreo. El tiempo de descanso no sólo no le ha perjudicado, sino que ha jugado a su favor. Ahora, manteniendo el riesgo y el valor que le hicieron famoso, su tauromaquia ha derivado hacia un toreo más templado que nunca.
Una de las mayores virtudes de José Tomás es que ha elevado a la categoría de toreo fundamental aquellas suertes que antes eran consideradas de adorno. Y esto ha sido posible por el componente dramático que está presente en su toreo. Además de las dos cornadas que recibió, en la boca y en el muslo, no ha habido corrida en la que no haya resultado volteado. Tantos percances, que desde luego que no hay que achacarlos a su impericia, sino a la verdad de su toreo y a los comprometidos terrenos que pisaba, hacían que el aficionado sintiese cada nueva corrida como una cita con la muerte. Naturalmente que ésta está presente en todas las faenas de todos los hombres que se enfrentan al toro, pero ha sido José Tomás quien más y mejor ha cruzado la raya invisible del riesgo cierto y asumido, de manera que el público percibía cada faena del torero madrileño como si éste se encontrase al borde del abismo. Y sí, estaba al límite, de ahí la proliferación de volteretas.
José Tomás tiene en la figura de Manolete a uno de sus grandes mitos personales. El legendario torero cordobés, de quien el mes pasado se cumplieron 60 años de su muerte en Linares a consecuencia de la cornada que le infirió el toro Islero, de Miura, es otro de los grandes mitos de la Fiesta. Y fue en Linares precisamente, al día siguiente del aniversario del percance mortal de Manolete, cuando la imagen de José Tomás herido saltó a las páginas de los telediarios y periódicos. Su gesto de volver a la cara del toro, con la pierna ensangrentada y con un improvisado torniquete que intentaba contener la hemorragia fue de las más duras, heroicas y sinceras de la temporada.
Dicen los detractores de José Tomás que su presencia en los ruedos provoca la sugestión en los espectadores. Y no les falta razón, pero no hay que olvidar que todos los grandes toreros han estimulado de la misma manera a los públicos. La sugestión, teñida tantas veces de invisible hechizo, es uno de los componentes mágicos del toreo, espontáneo e inevitable. Y también necesario.
Pero el torero siempre está contenido en un hombre. Y en el caso de José Tomás, el hombre no habla. Todo lo que el torero habla en las plazas con su toreo, el hombre calla fuera de ellas. Salvo mínimas y puntuales declaraciones circunstanciales, José Tomás hace bastantes años que no concede una entrevista. Y nunca ha salido en ningún programa de televisión. La figura de José Tomás, invisible fuera del ruedo, ha ayudado a la consolidación del mito. Excepto su círculo de íntimos, nadie sabe lo que piensa, ni lo que va a hacer ni tampoco cuáles son los pasos que va a seguir su trayectoria.
Este madrileño es, además de un hombre público callado, un torero comprometido con su profesión. Consciente de que la Fiesta está necesitada de apoyos, no dudó en torear en Ávila una corrida, mano a mano con El Juli, a beneficio de la Plataforma para la Defensa de la Fiesta, una entidad privada que centra su labor en la difusión y salvaguarda del toreo en Cataluña. José Tomás y El Juli cedieron sus honorarios, un sueldo que se mantiene en secreto pero que, en el caso del torero de Galapagar, según algunas fuentes ha superado los 150.000 euros por corrida. Pero José Tomás no ha regresado a los toros por dinero (aunque, obviamente, no desprecia el que se gana con su sangre y sudor), y la prueba es que únicamente se dejó anunciar en 17 corridas de toros, rechazando las otras 30 o 40 que a ese mismo precio le ofrecieron los empresarios. José Tomás ha vuelto por prestigio y, como le dijo a Almudena Grandes en el diario El País, porque 'vivir sin torear no es vivir'.
Pese al silencio que rodea al mito, la sensación cierta es que José Tomás ha regresado para quedarse. Una vez que finalice este domingo su temporada española, el diestro de Galapagar viajará a México, el país en el que tomó la alternativa y en el que se encuentra como en su propia casa, para permanecer allí durante el invierno. Se sabe que hará temporada mexicana y que toreará en algunas de las principales plazas del resto de los países taurinos de Sudamérica. No se sabe, pero se intuye, que en 2008 hará el paseíllo en las principales ferias de España, porque la altura de su mito sólo puede seguir creciendo si, como dicen los aficionados, 'da la cara' en las plazas más importantes. Otra temporada periférica, por muy importante que ésta sea, sólo tiene sentido si es la primera, la de la reaparición.
Mientras todos estos misterios se desvelan, la última cita española del año es el domingo 23 en Barcelona. Y, para añadirle carga emocional y taurina al fin de semana en la Monumental, torea la víspera El Juli, con quien mantiene un apasionante duelo en la distancia por la primacía del toreo.
Escritores y artistas, grandes admiradores
Las figuras míticas del toreo siempre se han caracterizado por sintonizar con muy destacados artistas e intelectuales de su época. Es famosa la relación de Juan Belmonte con Valle Inclán (quien le dijo que 'sólo le faltaba morir en la plaza', a lo que el diestro sevillano respondió 'se hará lo que se pueda, don Ramón'), como también lo es la comida que los intelectuales le ofrecieron a Manolete en el restaurante Lardhy. En el caso de José Tomás, además de la vieja amistad que le une a artistas como Joaquín Sabina, entre los admiradores del torero madrileño se encuentran los escritores Almudena Grandes, Fernando Sánchez Dragó, Nuria Amat y Jorge Semprún, el dramaturgo Albert Boadella y el filósofo Víctor Gómez Pin. Algunos de ellos han escrito con criterio sobre el significado de su presencia en la Fiesta.
Barcelona, en el mapa del toreo
Tiene una alto poder simbólico que José Tomás decidiera reaparecer en la plaza de Barcelona. Y también que sea éste el último coso español que pise en el 2007. La afición de esa ciudad, tan acosada por los antitaurinos, incluso desde las instituciones locales, necesitaba de un revulsivo que volviera a situarla en el mapa del toreo. Y eso es lo que sucedió el 17 de junio, la tarde de su reaparición. En lo personal, en Barcelona logró el torero, entre 1996 y 2002, abrir nueve veces consecutivas la Puerta Grande, llegando a cortar, en 16 corridas, un total de 33 orejas y un rabo.Aquel festejo de junio comenzó a vivirse desde varias semanas antes, exactamente desde que se anunció que iba a ser el escenario de un acontecimiento que los aficionados llevaban cinco años esperando. Con la reventa frotándose las manos, la Monumental se convirtió en el epicentro del toreo. Hasta allí se desplazaron aficionados de todo el mundo, y se acreditaron cientos de medios de comunicación de Europa y América.
La temporada americana
José Tomás reaparecerá en México el 30 de septiembre. Será la primera de un número amplio, pero aún indeterminado, de corridas. Se sabe que participará en tres festejos en la Temporada Grande de la plaza Monumental de México: el 4 de noviembre, en enero y en los primeros días de febrero. A falta de confirmación oficial, también podría torear en las plazas de Bogotá (Colombia), Quito (Ecuador) y Lima (Perú).
Rival en la arena
Como la irrupción de José Tomás causó un enorme cataclismo entre los aficionados, estos han seguido con pasión la respuesta que a sus éxitos han ido dando las otras figuras del toreo. Sin embargo, el torero de Galapagar sólo ha alternado con sus máximos rivales en dos corridas: con El Juli toreó en Ávila y con Enrique Ponce en Alicante, y con éste no pudo hacerlo de nuevo en Salamanca porque estaba herido.Por ese motivo, la competencia ha sido más en la larga distancia que en las distancias cortas. En Ávila, El Juli tuvo más suerte y resultó triunfador del festejo. En Alicante, Enrique Ponce y José Tomás quedaron en tablas.El verdadero rival de José Tomás ha sido El Juli, que en una temporada muy exigente ha demostrado que, si bien aquél se ha llevado todos los focos y miradas, él ha mantenido un tono altísimo de regularidad en el éxito, sin perder ni un centímetro de su justa consideración de figura.