El gran negocio de ser ex presidente
No hay nada como ser ex presidente de Gobierno para que el caché y prestigio aumente. Da igual las tonterías que se hayan hecho durante el ejercicio del mandato. Si te pillan con una becaria debajo de la mesa, todo el país se entera de que has mentido cuando te han preguntado por el devaneo amoroso, y tu señora y demás familia se mueren de vergüenza, no importa. No pasa nada. Has perdido puntos, pero has ganado en morbo. Eres una persona interesante. Le ocurrió a Hugh Grant cuando fue pillado in fraganti en actitud poco decorosa con una chica de alterne en Los Ángeles. El actor británico, hasta entonces era un buen chico, a partir de ese momento adquirió más atractivo. El mundo entero agradece este tipo de comportamientos, tal vez debe ser porque el resto de los mortales pensamos que la gloria no es tanta y que son tan normales como el resto. Pero de ahí a que se conviertan en estrellas y se conviertan en adalides del liderazgo va un gran trecho.
Los ex presidentes del gobierno han encontrado en los foros especializados, en las escuelas de negocios y en las universidades a un público muy agradecido, que aplaude a rabiar sus sensatas ocurrencias, de las que muchas veces se olvidaron cuando manejaban el destino de los ciudadanos. Debe ser que el poder aísla tanto que no deja ver la realidad más simple. Además, han descubierto una generosa fuente de ingresos, con las que compensar los salarios que cobraban en la política. Se dice que Bill Clinton cobra unos 600.000 dólares mensuales por sus conferencias.
Uno de los últimos en apuntarse al carro de las conferencias ha sido el ex presidente del gobierno español y actual presidente de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), José María Aznar. Lo último que se sabe de sus andanzas profesionales es que impartirá clases de la cátedra de Ciudadanía, Liderazgo y Desarrollo del Instituto Tecnológico de Monterrey, en México. Y yo me pregunto, ¿qué sabe Aznar de liderazgo? Me gustaría asistir a alguna de sus clases para comprobar sus conocimientos sobre esta materia, de la que todo el mundo parece saber tanto. Lo grave es que se encargará de la formación de jóvenes para desempeñar cargos de responsabilidad y liderazgo en los sectores privado, público y social. Qué pena que no pueda formar a los miles de jóvenes que han muerto en la guerra de Irak.