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El sueño inquieto de los banqueros

Miguel Rodríguez

Debe de ser difícil conciliar el sueño cuando se es banquero central. Más aún en estos turbulentos días en los que los mercados están a la que salta, temiendo que en cualquier momento una pequeña grieta en el sistema financiero acabe resquebrajando la presa.

Ben Bernanke y Jean-Claude Trichet deben tomar una difícil decisión; han de valorar el impacto potencial de la situación crediticia y contraponerlo en una balanza a las perspectivas económicas que manejaban hasta el momento.

En cierto modo, la crisis de liquidez de este verano ha dado al traste con los planes de los bancos centrales. La Fed lleva meses vigilando el alcance de la desaceleración estadounidense y, aunque se preveía un recorte de tipos en algún momento, se esperaba más tarde que pronto.

El Banco Central Europeo, en su cruzada contra la inflación, tenía en mente mantener la escalada del precio del dinero, arropada por los óptimos datos que emanan desde Alemania.

Pero es difícil tomar una decisión cuando faltan elementos de juicio. El riesgo está diseminado por el sistema y no se sabe quién tiene qué ni cómo puede afectarle la crisis hipotecaria. En el mejor de los casos ya se descuenta un impacto, por mínimo que sea, sobre el crecimiento económico. Pocos, hasta el momento, han querido imaginar qué pasaría en el peor escenario.

La presión es intensa desde las diferentes instancias políticas y económicas. 'Sea prudente, señor Trichet -vienen a decir- y mantenga por el momento las cosas como están'.

Y en estas se debaten a día de hoy los banqueros centrales. Entre hacer caso al mercado y poner la venda antes que la herida o seguir con los planes previstos, confiando en que la crisis lo sea sólo de liquidez y no de crédito. Cualquiera que sea el mensaje puede hacer saltar las Bolsas, cuya sensibilidad en estos días está a flor de piel.

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