Justificaciones de Procusto en la Bolsa
El punto irracional que caracteriza a la Bolsa hace que el mismo dato que hoy sirve para justificar la desbandada de los inversores, mañana valga como catalizador de la euforia compradora. Siglos antes de que ni siquiera se hubiera concebido la idea de un mercado de valores, la mitología griega ya había puesto nombre a este fenómeno: el lecho de Procusto. El bandido Damastes, que tenía su guarida en Ática, en el sur de Grecia, se ganó el apodo de Procustes (el estirador) a cuenta del lecho de hierro donde invitaba a tumbarse a sus huéspedes. La trampa consistía en que el desgraciado que probaba la cama tenía que encajar perfectamente, algo que nunca sucedía. Si el rehén era más pequeño, se le estiraban los huesos a martillazos o con grandes pesos; si excedía las dimensiones, directamente se le serraban las piernas. A Procusto se le acabó la diversión cuando el héroe Teseo le aplicó su propia medicina, ajustando al temible criminal a la altura de la cabeza y de las piernas. La frase el lecho de Procusto se emplea cuando se deforma la realidad para que case con una idea previa.
En todos los ámbitos de la vida abundan ejemplos propios de Procusto y en el mundo financiero los hay cada día. Uno muy cercano: el gigante holandés de recursos humanos Randstad informó ayer de que su beneficio había crecido un 45% en tasa interanual, pero advirtió al mismo tiempo que la tasa de crecimiento aflojará en el tercer trimestre, eso bastó para defender una caída superior al 17%. El petróleo es procustiano por excelencia. Como si de un juego se tratase, si el crudo sube y la Bolsa también, la explicación es que las petroleras tiran del mercado; ahora si el barril se aprecia y la Bolsa cae, entonces es que el oro negro amenaza la economía. El problema es que en el mercado no se apuesta con fichas de plástico o trozos de papel, lo que pone sobre el tapete son los ahorros de millones y millones de inversores.