La profesionalidad de Tintín
Francesc de Paula Pons analiza la personalidad de este personaje de viñeta cuando se cumple el centenario del nacimiento de su creador. Es poliédrico, fiel a los amigos, poco vengativo y visionario
Ahora que se acaba de cumplir el centenario del nacimiento de Hergé, creador del personaje Tintín, héroe de las historias gráficas más famosas de la historia, ¿por qué no rendirle también un homenaje como profesional y destacar sus valores y enseñanzas para el mundo de la empresa? Todos los tintinólogos vimos a través de sus aventuras valores como la amistad, la honestidad y la defensa de los débiles, pero también otros muy aplicables al ámbito empresarial, como la permanente curiosidad, la motivación propia y de los demás, así como la autosuperación, la mentalidad siempre abierta y el deseo de viajar y de aprender de otras culturas. Por otro lado, la honestidad de Tintín está fuera de toda duda y rechaza categóricamente ser sobornado por los traficantes de opio en El loto azul, por los de armas en La oreja rota o por los gángsters en Tintín en América. ¡Qué buenas lecciones en un mundo en el que cada vez más se da por hecho que todos estamos en venta y tenemos un precio!
Todos los que contrajimos la 'tintinopatía' en la infancia aprendimos de sus viajes por todo el mundo. Quisimos emular sus experiencias en las diferentes culturas que pueblan nuestro planeta, por tierra, por mar y por aire. ¿A qué empresario de hoy en día no le conviene viajar y conocer mercados y culturas como Asia, las dos Américas o África?, ¿o conocer a personajes tan dispares y ricos como fuentes de información como lo fueron en sus historias el General Alcázar en San Teodoro, el Emor de Khemed, Tchang en China o el jefe de la casa real de Syldavia, cuyo malvado edecán es un malvado filo nazi llamado Musstler, inequívoca fusión de los nombres de Mussolini y Hitler?
¿Y qué me dicen de la inteligencia emocional, algo tan demandado hoy en día en el ámbito empresarial, que muestra nuestros héroe con, por ejemplo, el mal humor y el alcoholismo latente del capitán Haddock, la sordera del profesor Tornasol, las pesadas prácticas vocales de la Castafiore, las permanentes lerdadas de los gemelos Hernández y Fernández, la travesuras de Abdallah, el pelmazo de Serafín Latón o incluso con las constantes llamadas equivocadas de la carnicería Sanzot a Moulinsart? Seamos sinceros, ¿habríamos tenido nosotros la paciencia de Tintín para aguantar a estos personajes en nuestro entorno empresarial?
La fidelidad de nuestro joven héroe también es de resaltar y tener en cuenta, sobre todo en el ámbito profesional en el que ciertamente no brilla por su presencia. Fidelidad a sus amigos Tchang, Haddock, Oliveira da Figueira, Piotr Pst y Tornasol, y ¿cómo no? a su inseparable Milú. Fidelidad y amistad incluso a los memos de Hernández y Fernández y a sátrapas como Alcázar o el Emir Ben Kalish Ezab. El fair play y la grandeza de ánimo de nuestro personaje es también algo que cabe resaltar. ¿Alguien ha notado que quisiera vengarse personalmente, a pesar de las muchas afrentas sufridas, de enemigos taimadísimos como Rastapopoulos, el contramaestre Allan, el Dr. Muller o los coroneles Boris o Sponsz? Y no me digan que no tenía motivos para hacerlo. Nuestro joven héroe tiene una serie de cualidades valoradas, como se dice ahora, por su carácter poliédrico y aúna su capacidad de convertirse en arqueólogo e investigador de culturas pasadas con la utilización de las últimas y más novedosas técnicas.
¿Quién se hubiera atrevido si no a ser el primer personaje de viñeta que pisó el suelo lunar, o que probó el submarino de Tornasol buscando el tesoro de Racham el rojo, que desembarcase en la isla meteorito misteriosa o quién hubiera probado sin inmutarse la primera televisión en color de Tornasol o fuera víctima de los inventos del susodicho sabio sordo? ¿Y qué decir del instinto de supervivencia de nuestro protagonista? Que le pregunten a él qué opina del síndrome del quemado y de las depresiones posvacacionales que nos atribulan tanto hoy en día. ¿Creen que hay muchos profesionales que en sus viajes de trabajo hayan conseguido sobrevivir a varios fusilamientos, un ahorcamiento, un intento de envenenamiento, apuñalamientos y balaceras varias y que hayan estado incluso suspendidos de una palmera en un río plagado de cocodrilos voraces esperando que subiera la marea como él?
Las recientes acusaciones de racismo en Inglaterra por uno de los primeros episodios apenas merecen la pena comentarse, al menos en mi opinión. Tintín en el Congo se publicó en 1930, hace 77 años, cuando las cosas se veían desde puntos de vista muy diferentes a los de hoy en día. Hergé, el creador de Tintín, se excusó oportunamente en su momento y rehizo lo que pudo tanto el texto como los dibujos. ¿Podemos imaginar cómo se juzgará dentro de ochenta años lo que hoy nos parece normal y cotidiano? No. La figura de Tintín está por encima del racismo y de lo políticamente incorrecto, y los tintinólogos le perdonamos las licencias que se tomó en el Congo como previamente le perdonamos que fuera a Rusia a luchar contra los soviets. No son más que pecadillos de juventud.
Francesc de Paula Pons. Secretario general de Confemadera