Compras con deuda y tipos al alza
Dicen que los bancos y las cajas han apretado el cinturón en lo que a créditos a promotores se refiere, al hilo del famoso pinchazo inmobiliario. La mayor parte de los expertos está de acuerdo en que las empresas que más sufrirán el descenso en la actividad constructora serán las promotoras más pequeñas, menos diversificadas y cuya caja depende de la colocación de proyectos según los plazos. Empresas que, en el peor de los casos, desaparecerán y dejarán a sus prestamistas los armazones hormigonados a medio terminar.
Pero estos futuribles son sólo eso, especulaciones. En el día a día de los mercados la restricción de crédito ya ha comenzado, y quizá no tanto -o no sólo- por el miedo al ladrillo desatado por Astroc como a un cambio de tercio en las plazas financieras internacionales, que de congratularse por el buen momento económico han pasado a preocuparse por su efecto en la política monetaria. Hace poco más o menos un año se hablaba de lo sorprendentemente fácil que resultaba hacerse con el 20% de una empresa cotizada. Se creaba una sociedad de propósito especial donde se consignaban las acciones compradas, que ejercen de garantía del propio préstamo. Ya después se integraban en el comprador tanto las acciones como el crédito.
Operaciones similares a éstas eran sencillas de realizar; sólo había que ir con dinero por delante. Pero últimamente la refinanciación de los créditos puente vinculados a algún propósito concreto no es tan sencilla. El mercado no sólo pide más tipo de interés porque el del bono haya repuntado, sino que también se pide más diferencia. Se pide más dinero a cambio de estas colocaciones, algo que puede enfriar el ánimo comprador del capital riesgo. Su irrupción ha disparado el endeudamiento de las empresas adquiridas, a las que se endosa la deuda generada por su compra. Y lo que hoy es una pequeña prima de riesgo puede ser, dentro de unos años, una losa. Quizá por eso estas entidades salen a cotizar.