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A fondo

Hispasat, otro núcleo duro en crisis

Las contradicciones en el accionariado de Hispasat, que atenazan el horizonte societario de la empresa de satélites, duran ya demasiado tiempo, y han vuelto ha saltar con toda crudeza en los últimos días. El viernes la junta de accionistas aprobó el lanzamiento de la salida a Bolsa con la abstención de su principal accionista, la tercera multinacional del sector, Eutelsat. El comunicado final de la reunión, no obstante, contenía un mensaje con doble interpretación. El órgano de administración de la operadora de satélites daba luz verde a la OPV, pero no del todo. Según se lee en la nota hecha pública, lo que en realidad se aprueba es emprender todas las acciones necesarias para una posible salida a Bolsa.

No ha sido necesario que pase demasiado tiempo para que se desvele que la opción de la OPV no es la única posible, ni tampoco la deseada por la totalidad de los accionistas.

Ayer lunes, el operador de señales de televisión, Abertis Telecom, desveló a la CNMV que ha mantenido 'durante las últimas semanas conversaciones con los accionistas privados de Hispasat al objeto de estudiar una posible adquisición de sus participaciones'. La apuesta de la empresa catalana no es la OPV, sino pujar directamente por el paquete que controla el núcleo duro de accionistas privados de Hispasat (Telefónica, 13,23%; Auna, 17,64%; y BBVA, 10,75%) con el fin de sumarlo al 27,69% de Eutelsat (compañía en la que Abertis es el principal accionista con el 32% del capital).

El reconocimiento público de las intenciones de Abertis, supone un elemento de clarificación del panorama. Sin embargo, en el actual clima de enfrentamiento de intereses no hace sino echar leña al fuego. Los elementos de la crisis en la estructura de propiedad se mantienen después de cuatro años de agrios enfrentamientos.

En este tiempo las cuentas de la sociedad española de satélites y su solvencia operativa han mejorado de forma sensible. Unos dicen que es como consecuencia de la buena gestión realizada por su actual presidenta, Petra Mateos; otros que es un efecto inevitable de la mejora del ciclo económico y de la lógica de la amortización de los nuevos satélites. Lo cierto es que los número negros y la ocupación total de la capacidad de los ingenios en órbita, no han logrado desenredar la madeja de contradicciones entre los accionistas.

En el accionariado de la sociedad conviven cuatro grupos de interés diversos, todos ellos legítimos, pero que inexplicablemente no logran encontrar un punto de encuentro que les permita caminar juntos o resolver de forma civilizada sus diferencias.

Cualquier observador independiente puede preguntarse ¿porqué no es posible el entendimiento en esta sociedad?, ya que aparentemente tiene todo aquello que otras empresas en circunstancias similares pudiera desear: una atención especial de las administraciones del Estado, un socio industrial internacional bien posicionado y un socio industrial español dispuesto a implicarse a largo plazo en el desarrollo del proyecto.

El colectivo actual de dueños de Hispasat no es un núcleo duro al uso, de aquellos que se formaron durante el periodo de las grandes privatizaciones de empresas públicas en los años inmediatamente anteriores y posteriores al cambio del milenio. En su junta se sientan representantes del sector público que tienen un papel determinante en la toma de decisiones (INTA, 16,42%; SEPI, 7,41%, CDTI, 1,85%; y CASA, 5%). Las empresas estatales desean que Hispasat siga siendo netamente española y que desarrolle de manera integral las funciones de nexo de comunicaciones orbitales entre España y Latinoamérica, junto a las actividades de soporte de las telecos de la defensa y las gubernamentales.

Hay un grupo de empresas que en su día fueron privatizadas, BBVA y los restos de Auna, a las que se suma Telefónica. En su día y con distintas salvedades, se les asignó el papel de núcleo duro cuyo papel era mantener el marchamo de la españolidad y la solvencia de la estabilidad a la empresa.

Ahora, este grupo (como ocurre en otras empresas privatizadas) quiere desinvertir. Y su estrategia es jugar de forma alternativa a darle la razón a uno y a otro de los actores del contencioso, con la única y también legítima pretensión de subir al máximo el precio de sus acciones.

El socio industrial internacional, Eutelsat, no oculta su deseo de engullir a Hispasat con el objetivo de que sus cinco ingenios espaciales engorden la flota de 25 satélites que opera la multinacional.

El círculo de implicados en decidir sobre el futuro de Hispasat se cierra con el ya no desmentido interés de Abertis Telecom. Esta empresa es el principal cliente de la sociedad de satélites y tal vez la que más se juega en esta operación. La red de señales terrestres de televisión que compró a Retevisión le otorgan una posición de cuasi monopolio en esta actividad. Pero este estatus tiene una fecha de caducidad en el llamado apagón analógico previsto para 2010.

Desde ahora mismo, pero en mayor medida desde ese momento, se multiplican las posibilidades de que la competencia en la provisión de servicios de transporte de señales de televisión se convierta en un incómodo compañero. Controlar Hispasat en este escenario es una garantía para poder mantener una posición privilegiada en el sector.

La encrucijada que vive Hispasat debe ser resuelta más bien con el acuerdo de las partes que con el empecinamiento en el enfrentamiento entre los protagonistas. Es bien cierto que deben preservarse los intereses españoles en este negocio, pero tampoco parece razonable negarse a ubicar a la compañía en el panorama de las comunicaciones globales. La irrupción de Abertis en el proceso puede clarificar la situación dado que su carácter español y su estrategia de permanencia a largo plazo son indudables.

La empresa catalana debe comprometerse a moderar las ambiciones de su participada Eutelsat, a la vez que se compromete ella misma a respetar los derechos de sus inevitables competidores. Su reto es ser capaz de compaginar sus intereses con las aspiraciones que el Estado ha puesto en el proyecto de Hispasat.

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