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Estrategias

Venta de plazas: lo empresarial supera a lo emocional en el deporte

En caso de crisis, los equipos españoles de fútbol tienen un nuevo recurso: vender su puesto en Primera o Segunda División y empezar de nuevo. La venta de la plaza del Ciudad de Murcia a empresarios granadinos puede ser sólo la primera en el fútbol español, en un nuevo panorama ­infrecuente para este entorno- más empresarial que emocional.

Estrategias como esta pueden evitar las crisis económicas vividas por muchos equipos ­sufragadas finalmente por los contribuyentes locales en forma de inyección económica del ayuntamiento correspondiente-, pero también puede derivar en conflictos sociales como los vividos con motivo del descenso administrativo, finalmente no consumado, del Sevilla y el Celta hace una década debido a sus impagos.

Lo cierto es que este tipo de ventas son moneda de uso común en otras competiciones deportivas. El pasado año, uno de los mejores equipos de voleibol femenino, el Avila, vendió su plaza en la División de Honor a un club de Valencia. En las competiciones de la Federación de Baloncesto, las LEB (las inferiores a la ACB), también se trata de un fenómeno frecuente: esta misma temporada, el Vigo compró su sitio en la LEB 2, y hace apenas un par de años el Bruesa de San Sebastián ­que este año militó en la ACB- le compró su puesto en la LEB al Algeciras. El caso se había dado también en las categorías inferiores de fútbol: el Lorca, hoy en Segunda, le compró su plaza en Tercera al Balsicas, hace cuatro años, por 60.000 euros.

¿Cuánto valdría entonces una plaza en Primera? Los 18 millones de euros que, al parecer, podría haber pagado Carlos Marsá a Quique Pina por la mayoría de las acciones del Ciudad de Murcia son un serio incremento en el precio de mercado de una plaza. El único precedente aproximado fue la compra del Alavés por parte de Dmitri Piterman. El empresario ucraniano pagó por la mayoría de las acciones del equipo vitoriano algo más de tres millones de euros.

El ejemplo de la NBA

El lugar donde es más frecuente este tipo de operaciones es Estados Unidos, y de la experiencia vivida allí con el traslado de ¢franquicias¢ pueden extraerse interesantes enseñanzas sobre lo que puede ocurrir en España en el futuro. Salvando las distancias, claro: allí, cuando se produce un cambio de estas características, es porque el equipo se traslada. Aunque sea manteniendo el nombre, dando lugar a casos algo cómicos como el de Los Angeles Lakers, un equipo que hoy suena de lo más normal pero que en realidad es un pequeño disparate: en Los Angeles no hay lagos, así que mucho menos nada ¢lacustre¢ ­¢laker¢, en inglés-. Los Lakers eran de Minneápolis, en la región de los Grandes Lagos, y se fueron a California en 1960.

Algunos equipos han sido especialmente desafortunados. Los Hawks de la NBA, hoy identificados con Atlanta, pasaron antes por Quad Cities, Milwaukee y San Luis. Algunos traslados fueron terriblemente accidentados, como los de los Baltimore Colts de la NFL (fútbol americano), que se trasladaron literalmente con nocturnidad en una operación relámpago a Indianápolis en 1985, ante la amenaza por parte del estado de Maryland ­donde se encuentra Baltimore- de expropiar el equipo para evitar su traslado.

Lo más interesante del ejemplo estadounidense es, seguramente, ver cómo la posibilidad de un traslado ha sido una y otra vez empleada como elemento de presión sobre las sociedades que albergan a los equipos. Un caso de interés lo tenemos este mismo verano con lo que ocurre alrededor de los Seattle Supersonics, de la NBA. Howard Schultz, magnate de Starbuck y actual propietario, vendió el equipo por 350 millones de dólares.

Los nuevos propietarios han sido contundentes: o se construye en la ciudad un nuevo pabellón y se le cede en condiciones favorables al equipo, o los Supersonics se marcharán. El hecho es que los nuevos propietarios son, por añadidura, procedentes de Oklahoma City, una ciudad que lleva años pretendiendo conseguir un equipo de la NBA y que este año albergó los encuentros como local de los New Orleáns Hornets con notable éxito de asistencia. Con lo que los Sonios, una franquicia con cuarenta años de historia y un título de la NBA, pueden tener sus días contados en la Ciudad Esmeralda.

Otro entorno en el que se han producido este tipo de traslados es el fútbol inglés, donde los clubes son sociedades anónimas desde hace años. El caso más conocido es el del Wimbledon, que tras ser adquirido por unos inveresores noruegos se mudó a Milton Keynes, una ciudad a 100 kilómetros de la localidad popular por el torneo de tenis. Finalmente, cambió su nombre por el de su nueva ubicación.

La mayoría de estos cambios traen consigo manifestaciones populares, protestas y, en algunos casos, la reubicación de un nuevo conjunto profesional en el lugar donde estuvo el anterior. Incluso al menos uno de ellos ha tenido consecuencias ¢literarias¢: el traslado de los Brooklyn Dodgers de béisbol a Los Angeles en los años cincuenta, dos años después de que el equipo ganara el título mundial, aparece con frecuencia como un hecho infausto en las obras de los escritores residentes en la barriada neoyorquina, como Paul Auster.

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