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Sarkozy y el modelo de la señorita Rottenmeyer

Nicolas Sarkozy quiere imponer el orden y el respeto en los colegios, y me parece bien. A simple vista, la medida que quiere implantar el presidente francés puede parecer descabellada e impopular, pero en absoluto creo que sea así. Que el alumno se levante cuando aparezca el maestro en el aula o que ambos se traten de usted no hace otra cosa que poner a cada uno en el lugar que se merece. Al docente, un peldaño por encima, que para eso se le confía la educación de los alumnos, futuros profesionales del mañana, no lo olvidemos nunca. Y el alumno, a ras de suelo, que es la posición que debe ocupar, ya que se encuentra en fase de formación y aprendizaje. Lo que creo que se pretende con esta iniciativa no es humillar a nadie, ni mucho menos pisotear los derechos de los niños. No se trata de recuperar a escena a la malvada señorita Rottenmeyer, que le hacia la vida imposible a la dulce y traviesa Heidi. No, el objetivo es otro: devolver a las aulas la disciplina y la autoridad que había no hace muchos años.

Recuerdo el respeto, que no miedo, que tenía a mis profesores a los que trataba de usted y a los que, con el tiempo, he llegado a comprender, por más que en aquella época sus castigos y disciplina me parecieran una injusticia. Todo esto se agravaba cuando llegaba a casa y mis padres, por supuesto, le daban la razón sin dudar al profesor o profesora de turno. Sus decisiones no se cuestionaban y disfrutaban de un estatus que, con los años, las reformas educativas y el excesivo protagonismo que han ido adquiriendo las asociaciones de padres de alumnos, han ido perdiendo.

No resultan novedosas las noticias que aparecen en los medios de comunicación sobre agresiones en los colegios entre alumnos y padres y hacia los profesores. La voz del maestro se ha ido apagando poco a poco, y si a esto se suma que es una de las profesiones peor pagadas que existen en el mercado, el desánimo de este colectivo no debería sorprender a nadie.

La medida de Sarkozy debería ser acogida con mayor entusiasmo e imitada por otros países, que están viendo como poco a poco el sistema educativo se ha ido deteriorando. No se debe olvidar que los maestros son una figura clave para la formación de las nuevas generaciones, que en unos años tendrán que incorporarse al mundo del trabajo, donde cada vez se valoran más las actitudes personales que el conocimiento. Y éstas hay que entrenarlas desde pequeños.

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