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CincoSentidos

Tres propuestas para gobernar a los arquitectos de Madrid

Paloma Sobrini, José María Ezquiaga y Luis Miquel se disputan el 25 de mayo el decanato del Colegio de Arquitectos. A debate, la precariedad de la profesión, el urbanismo y la transparencia de los concursos.

Tres conocidos arquitectos madrileños -Paloma Sobrini, José María Ezquiaga y Luis Miquel- se disputarán el próximo 25 de mayo la dirección del Colegio de Arquitectos de la capital (COAM). Las quinielas dan ganadora a Sobrini, socia de Berna 10 Asesores y Consultores y especialista en arquitectura sanitaria y hospitalaria. Sobrini, que ha elegido como vicedecano a Miguel Ángel López Miguel, dice representar 'a los arquitectos de a pie'. Sus adversarios la califican de 'candidata conservadora'.

Estas elecciones, abiertas a los 10.800 arquitectos censados, sustituirán la Junta de Gobierno que dirige hoy Ricardo Aroca y renovarán la Junta de Representantes -el senado del colegio-, elegida por sistema proporcional no mayoritario, como sucede con el Decanato. La Junta de Representantes, con siete propuestas diferentes en liza, tiene como función servir de contrapunto a la Junta de Gobierno. 'Son su control democrático', explica Carlos Expósito, miembro de una de las iniciativas -Colegio-, que reivindica la utlidad pública de este trabajo, propone mejorar la integración de las generaciones más jóvenes y fortalecer el papel institucional del COAM en los debates sobre urbanismo.

Sobrini, Ezquiaga y Miquel son arquitectos, no activistas políticos, pero el ambiente electoral que vive la región desde hace meses ha terminado por impregnar también estas elecciones y los tres equipos que se disputan el control del COAM no han podido eludir las semejanzas ideológicas. El propio José María Ezquiaga, Premio Nacional de Urbanismo, que lidera la candidatura Somos Arquitectos, se afilia a la izquierda moderada y asegura que la principal diferencia con el colectivo COAM Diverso, que encabezan Luis Miquel y Francisco Fernández Longoria, no es otra que el deseo de este colectivo de 'convertir la institución en un instrumento para influir en la sociedad, como si fuera posible suplantar a la democracia'. Luis Miquel se defiende y niega que su equipo tenga una adscripción ideológica concreta. 'Simplemente queremos dar al urbanismo, al territorio y al medioambiente una importancia y una atención que hasta ahora no han tenido en el colegio. Para nosotros la palabra clave es rehabilitación', recuerda. Esta candidatura cuenta, entre otros, con el aval de Antonio Fernández Alba, Premio Nacional de Arquitectura y académico.

La dirección del Colegio de Arquitectos de Madrid ha sufrido en los últimos años una fractura interna que algunos arquitectos que prefieren permanecer en el anonimato atribuyen 'a la incapacidad del actual decano, Ricardo Aroca, para dar juego a todas las sensibilidades de la región'. El resultado ha sido la partición de la candidatura progresista en dos. Aroca y su vicedecano, Bernardo Ynzenga, se integran en el equipo de José María Ezquiaga; y las voces más críticas 'contra el urbanismo feroz que vive la ciudad', en palabras de Francisco Fernández Longoria, se alinean con COAM Diverso.

El debate entre los arquitectos madrileños gira hoy alrededor de tres asuntos capitales: la precariedad de la profesión, la dificultad de los jóvenes arquitectos para hacerse un hueco en el mercado y ver reconocida su autoría en los proyectos que firman para los grandes estudios y, por último, la transparencia de los concursos que convoca la Administración.

El punto de fricción está en el papel social de la arquitectura. Mientras que COAM Diverso (Luis Miquel) defiende la implicación directa y activa de la institución en este asunto, Somos Arquitectos (José María Ezquiaga) cree que la influencia debe ser indirecta a través del ejercicio responsable de la actividad. COAM Activo, por su parte, con Paloma Sobrini a la cabeza, considera que el Colegio madrileño debe limitarse a ser una institución profesional.

Voces críticas en la ciudad

Alberto Campo Baeza es uno de esos arquitectos a los que le gustaría que las cosas cambiaran en la ciudad de Madrid y en su colegio de arquitectos. Campo Baeza tiene 'la secreta esperanza' de que la nueva Junta Directiva 'tire de la manta' y 'limpie el suelo de la ciudad'. O lo que es lo mismo, obligue a los políticos a 'socializar el suelo', no cuele 'cualquier proyecto' e impida que ciertos profesionales 'se forren a base de supervisar 100 obras a la vez'. El autor de construcciones tan emblemáticas como la Casa de Blas recuerda que el verdadero problema de la vivienda no es otro que el precio del suelo, 'la construcción, lo que es simple construcción no cuesta tanto. Como máximo, 600 euros el metro cuadrado. Y ganando todos', dice. Mucho más ácido en sus comentarios resulta Antonio Fernández Alba, que califica a ciertos arquitectos de 'notarios de la corrupción, que aceptan todo lo que ven. Con una absoluta falta de crítica hacia ciertos productos de diseño, que no arquitectónicos'.

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