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Políticos más chulapos que nunca

La clase política no tiene arreglo. Después de contemplar esta semana las impactantes imágenes de algunos candidatos rindiendo homenaje a San Isidro, no queda más remedio que recomendarles que se dejen de tonterías y contraten a buenos asesores bien formados o que realicen ellos mismos en algún curso de posgrado en alguna prestigiosa escuela de negocios del mundo. Tampoco hace falta invertir dinero, pueden fijarse en la clase empresarial española. Porque no es de recibo, a mí me da vergüenza ajena, que Esperanza Aguirre acuda a la pradera ceñida con un traje de chulapa o Rafael Simancas y Miguel Sebastián bailando chotis ataviados de gorra y pañuelo. Triste y esperpéntica imagen la de los políticos en víspera de elecciones. Hacen cosas sin sentido, como inaugurar tramos de metros o de autovías, u hospitales sin el equipamiento. Piensan que todo vale, incluso intentar sacarle los colores al contrincante ante las cámaras de televisión con temas personales, y creen que los ciudadanos no se dan cuenta de lo forzadas que resultan algunas situaciones.

No sé por qué no actúan con normalidad, sobriedad y profesionalidad. Y se dejan de ir a praderas ataviados con atuendos que jamás en su vida se pondrían. No imagino a ningún presidente o consejero delegado de ninguna compañía o multinacional que acuda a una junta de accionistas vistiendo un disfraz o luciendo el traje regional de turno. O intentado despistar a los accionistas con triquiñuelas varias o insultos hacia la competencia.

Conviene recordar que si que hubo unos años, los del boom de internet, en los que algunos directivos perdieron la cabeza y el rumbo e hicieron cosas extrañas, como dejar colgado el traje en el armario y lucir vistosos polos y camisetas. Nadie los creyó, y el mercado los castigó duramente. Al final se impuso la cordura y volvieron a lucir el clásico terno.

De ello deberían aprender nuestros políticos, que también podrían fijarse en la impecable y fresca imagen que transmitieron los dos candidatos a la presidencia franceses, Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal. O de nuestros altos directivos, que se pasean por el mundo con una gran elegancia y profesionalidad ganándose el respeto de la comunidad empresarial internacional. Compiten en mercados globales pero sin perder las formas y sin tener que lucir máscaras y disfraces.

Paz Álvarez

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