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Lealtad, 1

El increíble caso de la plusvalía fantasma

La venta de Endemol ha dejado descolocados a los observadores de la economía que consideran, ilusos, que las operaciones financieras y las presentaciones de Power Point remitidas a la CNMV tienen que ver con la realidad, con entradas y salidas de dinero en la caja registradora. Resulta que Telefónica compró por 5.500 millones, vende por 2.600 y tiene plusvalías. Y no se trata de calderilla precisamente, sino de 1.400 millones de euros.

Juan Villalonga fue quien adquirió la productora de Gran Hermano por 5.500 millones de euros. Pagó, eso sí, en acciones, que convirtieron a Jon de Mol, el poco imaginativo -en lo que al nombre se refiere- fundador de Endemol en uno de los mayores accionistas de Telefónica. El gasto para la empresa española fue ampliar capital para hacer este desembolso, y el plan contable entonces vigente indica que Telefónica pagó sólo el valor teórico de las acciones emitidas, y el fondo de comercio se genera en función de ese coste. No de unos 5.500 millones que, además, seguramente menguaron entre el anuncio y la ejecución de la compra.

¿Sería más correcto que Telefónica hubiese declarado minusvalías? En aquel año 2000 sólo se habló de los 5.500 millones, y pocas personas conocerían el valor en libros de la compra, pero los planes contables son lo que son. Ahora bien, ¿sería más realista considerar que Endemol costó 5.500 millones? Tampoco es seguro, pues es distinto pagar con acciones propias que con billetes. Pero, también, el coste de emitir acciones es diferente de su valor contable, especialmente desde el punto de vista del accionista, dueño de la empresa que ve diluida su propiedad.

Al final, la plusvalía o minusvalía es una ficción, y queda a expensas del observador decidir si es mejor tener 5.500 millones en acciones en 2000 o 2.600 en caja en 2007. Ya se sabe que la economía es la única disciplina en la que dos personas pueden recibir (o incluso compartir) un premio Nobel por trabajos contradictorios.

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