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España, un holding de éxito a examen

Arranca la campaña electoral para las elecciones autonómicas y municipales. Desde hace días los políticos se afanan en culminar la legislatura recurriendo a la herramienta más preciada que poseen: las inauguraciones de obras y equipamientos públicos de todo tipo. Cualquier persona mínimamente observadora cae en la cuenta de este frenesí inversor, que se inicia realmente con la consolidación de la España de las autonomías, en los años ochenta. En las dos décadas transcurridas nuestro país ha experimentado una transformación radical tanto social como económica cuyo motor ha sido la descentralización del poder y su organización en tres estratos, poder central, autonómico y local. Alimentado con los impuestos derivados del impresionante ciclo económico que vive el país, especialmente por el maná fiscal que genera el -hasta ahora- pujante sector inmobiliario, y espoleado por la competencia beligerante entre las tres administraciones, el caso es que España ha sido capaz de acometer proyectos de transformación del medio espectaculares. Dentro de los grandes eventos basta recordar las transformaciones urbanas que se han realizado en Sevilla por la Expo, en Barcelona por los Juegos, en Valencia por la presente edición de la Copa del América o en Zaragoza por la próxima Expo. También es destacable la impresionante red de autovías y autopistas con que cuenta el país si se suman las estatales y autonómicas. O el espectacular desarrollo de las redes de Metro, donde Madrid se sitúa a la cabeza. Más allá de estas grandes iniciativas, la clave ha sido un proceso de inversión pública constante en casi todos los municipios que ha dotado al país de un nivel de equipamiento asimilable con el de otras economías avanzadas de Europa.

Pero también es cierto que la federalización genera ineficiencias y duplicidades y gasto corriente. Organismos públicos solapados, costosas estructuras funcionariales y falta de coordinación. Se podría decir que España, la Administración, se estructura como un hólding empresarial donde cada nivel administrativo lucha por lo suyo, al igual que en las empresas. Genera redundancias pero también un nivel de competencia y eficiencia como nunca se había dado en la Administración.

En definitiva, el modelo es bueno y habrá que profundizarlo, pero el holding, la matriz, es decir, el Estado, y las filiales, las autonomías, tienen que esforzarse por coordinar y racionalizar las estructuras creadas.

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