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CincoSentidos

Relax al pie de la montaña

La Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas ofrecen al turista paisajes deslumbrantes, parques temáticos, lugares de descanso a la última y la mística de una región con un pasado multicultural

Es el parque natural más grande de España y el segundo de Europa. Paisajes deslumbrantes y naturaleza viva en un territorio de frontera jalonado por pueblos singulares. La naturaleza es, sin duda, la principal coartada. La variedad de paisajes parece tan amplia como el propio territorio protegido (214.300 hectáreas).

Se necesitan días enteros para indagar sus secretos, muchos de los cuales sólo se conquistan caminando. Chorros y cascadas despeñadas, ciervos y gamos huidizos, un Guadalquivir que, apenas nacido entre los pinos, forma un remedo de lago alpino en el pantano de El Tranco, donde se reflejan crestas habituadas a la nieve. Para instruirse sobre la riqueza natural y faunística de la zona lo mejor es visitar la Torre del Vinagre (a unos 30 kilómetros de Cazorla), edificio recientemente remodelado como centro de interpretación, con buen área de servicios; sin olvidar los museos y espacios temáticos (varios en Cazorla, Siles y otros puntos del parque).

Ruido invisible

La carretera que va de Cazorla a Segura de la Sierra está orillada por incesantes hoteles rurales, que parecen haber tomado el relevo de los campings. No es ya feudo exclusivo de mochileros; en antiguas cortijadas, como Arroyo Frío, están naciendo auténticos pueblos de apartamentos turísticos, restaurantes, tiendas. Y hoteles de confort, con balneario o spa a la última (La Iruela, Arroyo Frío).

El principal mostrador de ventas del parque está en Cazorla, donde abundan las empresas para contratar cualquier tipo de excursión o actividad. Cazorla es también el pueblo más grandullón, monumental y pintoresco. Aunque ha recrecido y renovado su carnadura urbana, la estampa sigue cortando el aliento: con un telón de fondo de picachos, a horcajadas sobre un río tan chico como escandaloso, las casas se remansan como espuma a los pies del castillo de La Yedra, antigua atalaya árabe que alberga un museo del Alto Guadalquivir.

La plaza de Santa María, sin más alhajas que las ruinas de una iglesia y una fuente renacentistas, debe de ser una de las más hermosas de todo el país, donde el ruido invisible del agua adopta la consistencia de una arquitectura.

La Iruela, que está al lado, parece una réplica atenuada de esa misma estampa romántica, burilada con peñas húmedas y verduscas, coronadas por los raigones de otra fortaleza musulmana -que esconde en sus tripas restos romanos- y una iglesia. Para ver más restos romanos hay que acercarse a Bruñel (en la carretera a Quesada), donde pueden visitarse unos mosaicos del siglo II. Vale la pena ir un poco más lejos, a las afueras de Peal de Becerro, para ver la cámara sepulcral de Toya, de época ibérica e influencia oriental.

En la otra punta del parque (a una distancia de más de dos horas de coche desde Cazorla), de nuevo la épica del paisaje, atemperada esta vez por océanos de olivos. Hornos, aupada en una cresta, con restos de un castillo, es uno de esos pueblos que, de lejos, resultan más seductores que de cerca.

También Segura de la Sierra aparece imponente en la lejanía, con su castillo roquero vigilando horizontes a la redonda, exactamente el mismo castillo en donde fue comendador, durante cuarenta años, don Rodrigo Manrique, padre de Jorge Manrique, el autor de las célebres Coplas por la muerte de su padre. No es el único referente literario: en el castillo estuvo preso Quevedo, Machado fue un excursionista inspirado y en la vecina Beas armaron versos y conventos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz; un centro temático revive su mística aventura.

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