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La opinión del experto
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El hambre de los emprendedores

Antonio García Sansigre esboza las características y las razones que llevan a un profesional a montar su propia empresa. La necesidad suele ser una razón de peso, pero además hay que tener nicho de mercado.

Recientemente se celebró el Día del emprendedor, conmemoración que pretende fomentar el reconocimiento social a estos hombres y mujeres capaces de poner en marcha una idea o sueño empresarial. Desde aquí, me gustaría esbozar con humildad los pasos para emprender y las características que ha de tener un emprendedor. Lo cierto es que los jóvenes españoles (menor de 30 años) rara vez ponen en marcha empresas. Sólo los más vocacionales se lanzan a emprender, y sólo una pequeña parte, con ideas verdaderamente competitivas. Por tanto, quien lo hace por vocación, es una rara avis.

El joven emprendedor actual, o es inmigrante, o pone un bar (en 2005 el INE nos indicaba que había siete bares por cada 1.000 personas en España). La principal causa para emprender un negocio en la juventud es el hambre. Ese es el principal motivo. El hambre, o los ojos del tigre, es lo que José Félix Pérez-Orive llama el deseo de prosperidad. El inmigrante llega a España, ve la prosperidad y la quiere para él. Si a esa hambre se unen las destrezas y conocimientos, el resultado es una persona que se mueve, que transforma la inquietud en acción, y la acción en prosperidad. Un ejemplo de ello es Tomás Pascual, quien comenzó vendiendo bocadillos en Aranda de Duero al paso del ferrocarril y falleció dejando 4.500 empleados en el Grupo Pascual. La necesidad le llevó a ello.

El hueco, como el hambre, es importante. Si el joven no suele lanzarse a emprender. ¿Entonces , quién? El salto a emprender se da más adelante: cuando se han acumulado años de aprendizaje, se conoce un sector, y ha sido otro su empleador, quien ha pagado ya por los errores de aprendizaje y formación. Es, en ese momento, cuando el profesional, avezado en su negocio, curtido en diferentes aspectos ve el hueco, la oportunidad de negocio. Entonces, esa persona compagina su trabajo con el nuevo negocio, o acontece algún suceso que le impulsa al cambio radical (despido, traslado de su pareja), o simplemente, decide ponerse a correr como Forrest Gump.

El hueco por sí solo no basta. Si existe, es probable que otros lo hayan detectado ya y cada día que pasa el espacio de oportunidad se acorta. Detectada la oportunidad, hay que dar el paso, romper la zona de confort. Es lo que Sahar Hashemi, la creadora de Coffee Republic, definió para englobar aquellos elementos que aferran a uno a su actual puesto de trabajo y le impiden dar el salto.

Resistencias familiares y culturales van íntimamente unidas. Se valora más la seguridad que la libertad (por eso compramos la casa y no la alquilamos, por eso el joven no abandona el hogar familiar hasta bien entrada la treintena). Y además, el trabajo creativo se denosta, se asocia a personajes bohemios, incoherentes, desorganizados, en definitiva, una pérdida de tiempo. El único bohemio reconocido socialmente es aquel que se ha forrado, es decir, el futbolista, el actor, y sólo cuando ha tenido éxito y mientras lo tiene.

Otro elemento que le impide dar el salto son los lazos, un noviazgo o matrimonio, un hijo con dificultades, la responsabilidad de cuidar de sus padres o abuelos. A diferencia de las resistencias, los lazos son limitaciones reales, no mentales. Y son las más difíciles de conciliar. Y, por otro lado, las excusas. Cualquier barrera imaginaria que se pone aquel que no es verdaderamente un emprendedor vocacional. Para éste no hay excusas, sólo hay escollos temporales.

La banda de Jazz. Tan importante como el qué, son los quiénes. Ni por tiempo, ni por habilidades ni por desgaste, el emprendedor es uno solo. Son varios, y todos son emprendedores. Y además, en número no superior a cuatro, según un estudio de la Universidad Thunderbird. Una empresa que se inicia con un socio tiene menos posibilidades de sobrevivir que una que se inicia con dos, y así hasta cuatro. A partir de cinco socios, sus posibilidades de supervivencia decrecen. En La estrategia en el Posavasos, el autor Mike Southon recomienda al emprendedor rodearse de al menos cuatro socios: un experto comercial, un experto de finanzas, un innovador y un abogado. Finalmente, un elemento que muchos olvidan es que deben ser socios con habilidades complementarias, como una banda de jazz.

Por último, existe otro elemento, la gasolina. Se suele configurar como una excusa, y se apela a la Administración para que otorgue subvenciones.

¿Es inútil celebrar el Día del Emprendedor? No es definitivo, pero es muy útil. Posiblemente los jóvenes no pongan inmediatamente una empresa, pero habrán plantado una semilla en el cerebro, un virus que, llegado el momento, destruirá su resistencia al cambio y les ayudará a salir de la zona de confort. Aprender de la experiencia de emprendedores puede servir para provocar una reacción en los que ya no son jóvenes y ya están preparados (han visto el hueco y tienen el motivo), y en cualquier caso es una reafirmación a los que ya son emprendedores. Sólo aquella persona vocacional no necesita su Día del Emprendedor, porque lo es todos los días. Que se lo digan a Martín Varsavsky.

Director general de Thinking Heads

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