Un paseo gastronómico en plena Feria de Abril
El próximo lunes por la noche el Alumbrao y la tradicional cena del pescaíto, que se celebra en cientos de casetas del Real, darán paso al inicio de la Feria de Abril de Sevilla, una de las manifestaciones populares más célebres del país. Se cuentan por miles los visitantes que acuden a la capital hispalense, recién repuesta de la Semana Santa. Más de un millón de personas, cifra que aumenta año a año, se reúnen en torno a las hileras de casetas donde se disfruta de la tapa, la manzanilla, el rebujito, y el baile.
Fuera del Real, la ciudad está en plena efervescencia, no sólo porque los sevillanos se echen a la calle, sino por los turistas llegados de todas partes. Para todos el tapeo es un rito. Tascas históricas, tabernas tradicionales, multitud de bares repartidos por todo Sevilla, hacen de esta forma de comer uno de los hábitos gastronómicos más apetecibles que pueda haber. Con preparaciones más o menos ligeras, casi siempre sencillas, en raciones pequeñas y muy variadas, ir de tapas es el mejor fast food del mundo. Gazpacho, ensaladilla sevillana (que lleva escarola en vez de lechuga), menudo (una especie de callos a la andaluza), cola de toro, lomo de cerdo con manteca, ternera mechada, berenjenas fritas con miel, pringá, pavías de bacalao, pescaítos fritos (boquerones, acedías, puntillitas, salmonetes, tortillitas de camarones), jamón y caña de lomo, marisquito son propuestas habituales de esta sabrosa cocina en miniatura.
También existe una cuantiosa oferta de restauración, con una serie de direcciones más que recomendables. Empezando por las vanguardistas propuestas de La Alquería (dos estrellas Michelin), el restaurante gastronómico de Hacienda Benazuza-El Bulli hotel. En medio del lujo arábigo-andaluz, Rafael Morales sirve muchas de las creaciones de Adrià, junto a otros platos más de su estilo, siempre dentro de los parámetros de la cocina más contemporánea.
Pero esto no es lo habitual en los establecimientos hispalenses, que responden a un gusto definido por la cocina tradicional andaluza. Un clásico es el Becerrita, donde junto a un estupendo tapeo y platos de siempre, ofrece recetas actuales como la ventresca de atún rojo con alioli de albahaca o la presa ibérica con mostaza crujiente.
En La Albahaca mezclan platos típicos de la tradición andaluza con cierto toque vasco-francés, en una preciosa casa del Barrio de Santa Cruz, con un jardín romántico donde los haya. Marco señorial también el de La Taberna del Alabardero y el de Egaña Oriza, el primero de una culinaria clásica y más barroca, el segundo con influencias vascas.
En pescados y mariscos un incuestionable -ya fuera de la ciudad- como Alhucemas, donde además de un magnífica fritura y mariscos (gambas, percebes, cañaíllas) hay que probar el mero, el rape, la urta o los taquitos de corvina, sin olvidar los arroces o el cuscús. Para guisos andaluces, frituras y poelá (especie de gachas), el popular Modesto o el no menos señero, aunque con mayor empaque, Casa Robles, toda una institución en la ciudad.