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CincoSentidos

El enemigo es uno de los nuestros

Un miembro de la alta dirección, que actúa solo y lleva más de seis años en la compañía. æpermil;se es el perfil del directivo que defrauda a su propia empresa

El grupo estadounidense Dow Chemical despidió a dos de sus directivos la semana pasada. La razón, actuar con deslealtad hacia la compañía y negociar su venta a espaldas de sus superiores. Los expertos aseguran que cuanto más alto se llega en una empresa, la tentación de aprovechar el cargo en beneficio propio aumenta. Así, aquellos que engañan a la compañía en la que trabajan tienen un perfil similar: suelen ser directivos de entre 36 y 55 años, que llevan unos seis años o más en la organización. Actúan solos y trabajan en el departamento financiero, un lugar privilegiado para sacarse un buen sobresueldo.

æpermil;sta es una de las conclusiones de un informe de KPMG, en el que se han analizado 360 investigaciones que esta compañía ha realizado a lo largo de los últimos años sobre fraudes en empresas. En él se observa que más del 60% de los autores de estos engaños son miembros de la alta dirección.

El estudio revela que cuando uno entra en la espiral de estafar a su empresa, es difícil parar. En el 91% de los casos, el defraudador cazado había cometido varios delitos antes de ser descubierto. Las irregularidades se cometen durante un tiempo prolongado, que va desde los seis meses hasta los tres años o más. En la gran mayoría de los casos las víctimas del mal quehacer de los directivos son empresas nacionales. Aunque, como advierte el autor del estudio, Pablo Bernad, cuando la empresa engañada es una multinacional, entonces el volumen del fraude se dispara. Ello es así porque los movimientos en las grandes empresas suelen ser de miles de millones de euros, por lo que es más fácil arañar un millón de euros y, a su vez, más difícil de detectar debido a la complejidad de las operaciones.

¿Por qué un directivo se arriesga a perder su empleo engañando a su compañía? Bernad habla de tres razones: la oportunidad, es decir, que aparezca la ocasión de robar. La motivación, ya sea porque el timador quiera aumentar su ritmo de vida o porque le pierde la ambición. Y, por último, la racionalización: el autor del engaño se convence a sí mismo de que merece ganar más dinero. Busca justificaciones para calmar su conciencia.

El informe separa las investigaciones por tres áreas geográficas: Europa, el sur del continente africano e India y Oriente Medio. En el viejo continente, el 23% de los delitos son casos de corrupción, principalmente cobro de comisiones o acuerdos secretos con los proveedores. Les siguen, con un 22%, los casos de robo en efectivo. En el sur de África este tipo fraude supone el 25% de los casos estudiados.

El estudio revela que en Europa el dinero desviado de la empresa al bolsillo del empleado es mayor. En concreto, en el 38% de los casos europeos las pérdidas van desde un millón de euros hasta diez. Y un 11% de ellos sobrepasa los diez millones. En el sur de África, la mayoría de fraudes no sobrepasan los 50.00 euros. Igual sucede en India y Medio Oriente.

Las diferencias más significativas por zonas afectan al tipo de empresa donde se produce el fraude. Por ejemplo, en el sur del continente africano, las empresa públicas son, en un 48%, las protagonistas de los fraudes. Bernad lo explica por la falta de control político y la abundancia de clientelismo que azota África. Sin embargo, en Europa, también las empresas públicas y de infraestructuras lideran el ranking, aunque el porcentaje es menor, un 29%. En India y el Medio oriente, las empresas de comunicación, información y entretenimiento son las más susceptibles al engaño por parte de sus empleados.

La mayoría de las empresas sólo reclaman los servicios de los expertos en detección de fraudes cuando tienen alguna sospecha en firme. Normalmente, el fraude sale a la luz porque hay un chivatazo. Una fuente anónima, movida por la envidia o por una conciencia cívica, alerta a la dirección.

A pesar de detectar a los timadores, Ignacio Cortés, senior manager del área de Forensic de KPGM, explica que 'las empresas no suelen resarcirse de los daños económico sufridos. Entre otras cosas, porque la compensación por el dinero perdido puede tardar varios años'. La solución definitiva no existe, aunque Cortés apuesta por utilizar controles preventivos y extender las medidas éticas y de integridad a la alta dirección de las empresas.

'No somos policías, somos investigadores'

El responsable del área de Forensic de KPMG lleva unos 12 años destapando fraudes dentro de las empresas. 'No somos policías, somos investigadores', insiste. Cuando reciben el encargo de una compañía para investigar a uno de sus empleados, recogen toda la información 'financiera, económica e informática' de esa sociedad. Se empapan de los números de la empresa y revisan con ojo clínico los contratos.Los altos directivos suelen enriquecerse mediante el cobro de comisiones a los proveedores o a las empresas subcontratadas. Incluso, los hay que crean, mediante un testaferro, empresas fantasma que viven a la sombra de la sociedad en la que trabaja el defraudador. Una vez que KPMG ha reunido suficientes evidencias que demuestran la actuación negligente de un empleado, remiten el informe al consejo de administración y aquí termina su trabajo. Entonces la dirección suele despedir al defraudador, aunque no siempre se acude a la Justicia. Muchas veces se alcanza un acuerdo económico para evitar que el asunto se eternice en los tribunales.

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