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Foro

Los activistas sociales quieren cambiar el mundo con las nuevas tecnologías

Las nuevas tecnologías y su poder de transformación pueden ser el arma más revolucionaria para cambiar el mundo y combatir las desigualdades. Los activistas sociales más innovadores tienen ya clara esta ecuación y se están movilizando para que el movimiento mundial integrado por ONG, voluntarios y empresarios sociales tomen buena nota de la apuesta y colaboren entre ellos hasta sacar el máximo jugo a la tecnología.

Este reto internacional de aprovechar las herramientas tecnológicas, sobre todo internet, para luchar contra la gran brecha entre ricos y pobres ha sido el eje principal del segundo Simposio de las Tecnologías para la Acción Social (e-STAS), una cita que reúne en Sevilla por segundo año consecutivo a 250 expertos de todo el mundo. Entre los proyectos internacionales presentados como ponencias sobresale el portal de donativos Globalgiving o el Digital Vision Program de la Universidad de Stanford, un curso para que los expertos en tecnologías apliquen su talento en el campo social.

El principal objetivo de este encuentro organizado por la fundación española Cibervoluntarios es, según su presidenta Yolanda Rueda, poner en común los proyectos más destacados que se están desarrollando en el mundo sobre tecnología y acción social, además de generar un manual de buenas prácticas con todos los contenidos del foro. 'Las nuevas tecnologías representan para las ONG una oportunidad que se debe canalizar para fomentar el voluntariado y los beneficios de la acción social y la cooperación al desarrollo', añade Rueda.

El foro de Sevilla, que se clausura hoy viernes después de dos jornadas de trabajo, aboga así por reforzar la cooperación multisectorial y la alfabetización tecnológica, además del acceso universal o a bajo coste a las infraestructuras tecnológicas, especialmente para la población con menores oportunidades de acceso. De esta forma, se incluye como meta el combate contra la brecha digital.

El congreso ha contado con el apoyo del Club de Roma y el patrocinio de la Consejería de Innovación de la Junta de Andalucía y la Diputación de Sevilla. En el plano privado han participado grandes empresas como France Télécom, Telefónica e IBM.

'Esta gente quiere cambiar el mundo gracias a la tecnología'. Así de gráficamente define Stuart Gannes a los emprendedores sociales que participan en el programa que dirige en la Universidad de Stanford. Este programa ofrece la oportunidad de usar la visión y el talento de los mejores tecnólogos para buscar soluciones a problemas humanitarios y de alto contenido social.

El Digital Vision Program fue lanzado en 2001 y facilita a sus participantes durante seis u ocho meses recursos académicos y financieros para desarrollar sus proyectos tecnológicos en países pobres. 'Nos hemos convertido en una incubadora de ideas para los empresarios que quieran trasladar la tecnología al campo social', resume Gannes, que presentó el curso en el congreso. También actuó como ponente en este evento Allen Gunn, director ejecutivo de Aspiration Tech, una entidad especializada en ayudar a las ONG a dotarse de la última tecnología con desarrollos específicos de software.

Una de las preocupaciones de Gunn es la llamada innovación sostenible, referida a los costes de la tecnología. Por eso intenta intermediar entre los que producen estos recursos y los que los utilizan, para que los costes sean los mínimos y las tecnologías pueden extenderse entre la población. En este sentido, resalta la relación que existe entre el desarrollo tecnológico y el cambio social que provoca en la comunidad donde se implanta.

Su gran apuesta es el software libre no sujeto a licencias. Este experto, que lleva más de veinte años de desarrollo de las soluciones y de conocimiento compartido, aboga además por reforzar las capacidades tecnológicas de las organizaciones sin ánimo de lucro, que además podrán estrechar su cooperación y lograr mayores beneficios sociales gracias precisamente a la utilización de las nuevas tecnologías. 'Las ONG deben tener en sus manos el control de su destino tecnológico', señala Allen Gunn.

Entre el beneficio social y el económico

Los activistas sociales no creen que el beneficio social esté reñido con el ánimo de lucro de un empresario, aunque admiten que existe un debate sobre la dosis que deben tener ambas vertientes. Es lo que Stuart Gannes, de la Universidad de Stanford, llama innovación sostenible. Lo que sí tienen claro los expertos es que algunos proyectos sólo podrán tener viabilidad con ayudas.La fundación española Cibervoluntarios, un proyecto que nació en 2001, es una red de voluntarios capaces de llevar sus conocimientos de internet especialmente a aquellos colectivos con peligro de exclusión digital o dificultades de acceso al medio.

Globalgiving, la donación en la era de internet

Dennis Whittle y Mari Kuraishi decidieron dejar el Banco Mundial (BM) y dedicarse a promover proyectos de ayuda a pequeña escala. Así nació Globalgiving, un portal que permite hacer pequeñas donaciones para proyectos concretos de acción social. Los promotores se dieron cuenta de que el impacto de esta iniciativa 'dólar por dólar, era de tres a cinco veces mayor que lo mejor que el BM podía ofrecer con sus grades obras'. Se trata de casar planes de ayuda en países pobres con potenciales donantes en cualquier rincón del planeta. Globalgiving permite elegir los proyectos por temas o por región, contactar con los programas antes de dar dinero y contribuir con cantidades pequeñas o grandes. 'Si estás interesado en el Sida, puedes encontrar proyectos que financiar. Si estás interesado en proyectos de Kenya, puedes encontrarlos. Globalgiving es una oficina central', explican sus promotores.Las donaciones pueden oscilar entre los 10 y los 150.000 dólares. Según explicó en Sevilla Mari Kuraishi, gracias a este portal se han movilizado ya más de cinco millones de dólares para más de 800 proyectos de ayuda al tercer mundo. El donativo medio es de 125 dólares y las causas que han levantado una mayor ola de solidaridad ha sido el tsunami asiático, que se llevó más de un millón de dólares, y el huracán Katrina que asoló Nueva Orleans. Esta última catástrofe reunió medio millón de dólares de personas anónimas. Kuraishi destaca que en este caso la solidaridad corrió de sur a norte, ya que fueron ciudadanos indios los que más contribuyeron.

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