Las Fallas, entre la fiesta y el escaparate empresarial y político
La falla de Convento Jerusalén-Matemático Marzal tiene una pantalla gigante en las cercanías del monumento en la que se emiten anuncios, fundamentalmente de inmobiliarias. Esta falla, presidida por el restaurador Jesús Barrachina, es una de las más importantes de Valencia y por su carpa pasan cada noche parte de las familias con más posibles de la ciudad. Pero desde hace cuatro años le ha salido un duro competidor. La falla Nou Campanar, impulsada por el promotor inmobiliario Juan Armiñana, ha logrado, con fuertes inversiones económicas, hacerse con el primer premio en los últimos años. Al mismo tiempo, ha promocionado un barrio en crecimiento de la ciudad, el que da nombre a la falla, en el que tiene intereses urbanísticos.
Las fallas de Valencia cumplirán esta noche el fin para el que fueron construidas: ser consumidas por el fuego. Pero durante los últimos días -semanas incluso, pues la fiesta ha alcanzado unas proporciones que empiezan a ser criticadas por determinados sectores- han cumplido otros objetivos. Evidentemente uno de ellos ha servir de diversión a los ciudadanos que se quedan en la ciudad -algunos se marchan- y para los miles de visitantes.
Esos otros objetivos son tal vez menos lúdicos. Las fallas, especialmente las que están más vinculadas a empresarios valencianos, tienen una parte de punto de encuentro. Los balcones que dan a la plaza del Ayuntamiento, donde cada día a las dos de la tarde se dispara una mascletà, espectáculo de fuegos pirotécnicos, son lugar para agasajar a invitados. Un ejemplo es el del propio Armiñana, que utiliza un edificio de su propiedad, el antiguo Hotel Londres, para invitar a amigos y personalidades a contemplar la fiesta con cava y montaditos. Hacerse un nombre en este mundo le cuesta a Armiñana invertir en la falla 650.000 euros, la más cara de la historia, aunque algunos elevan a varios millones de euros la inversión global en la fiesta que hace.
En la noche, sin embargo, tienen más fuerza dos fallas históricas, la mencionada Convento Jerusalén, con su histórico parador al que acuden empresarios como los Roig, los Sáez Merino o el ex presidente del Valencia Pedro Cortés. El actual dueño del club, Juan Soler, sin embargo, aglutina a otro grupo de familias en la falla de Pizarro-Cirilo Amorós. En esos encuentros festivos, ya sea de día o de noche, se acaban cerrando negocios.
Pero hay otro punto de atención en las Fallas de Valencia. El balcón del Ayuntamiento, donde Rita Barberá, la alcaldesa, del Partido Popular, se mueve a sus anchas, pese a la multitud que se congrega a diario. Allí acuden invitados de todo el mundo. Pero lo que destaca este año, en puertas de las elecciones municipales y autonómicas, es la presencia de políticos. Varios ministros han pasado ya por allí para apoyar la candidatura socialista de Carmen Alborch a la alcaldía. Pero sin duda lo que más ha llamado la atención este año es la geganta de Alborch, un gigante, con sus cabezudos, que representa a la candidata, que cada día acude a la mascletà al son de la música y los bailes. Y es que las Fallas son más que fiestas.