Desmitifiquemos el inglés
Richard Vaughan asegura que los ejecutivos y profesionales españoles no deben sentirse acomplejados por su desconocimiento del idioma de los negocios. Su consejo: tener oído y valor
Todos los años, la prensa nacional arremete contra España y los españoles en el tema del inglés. 'España está a la cola en conocimiento de idiomas'. O también: 'El directivo español es el que menos inglés sabe'. Para empezar, esto no es cierto. He impartido personalmente 30.000 horas de clase de inglés al tejido empresarial y directivo español y he supervisado otras tres millones de horas. También habré dado 500 horas de clase a personas de otras nacionalidades. El adulto español no está a la cola de nada en este tema. Tampoco puede, desde luego, tirar la primera piedra en el asunto, ni la segunda ni tal vez la tercera. Pero quitemos este complejo del panorama ya: el adulto español está lejos de ser el peor en idiomas.
En la Europa de los 25, los franceses e italianos también están en paños menores, así como muchos países del Este europeo. España se compara relativamente bien con todos los países europeos salvo con Holanda, Suecia, Dinamarca, Suiza y Noruega, todos ellos países pequeños en población. Incluso Finlandia y Alemania acusan un nivel de inglés relativamente pobre entre los técnicos, administrativos y otra gente de cualificación media. Fuera de Europa, España supera con facilidad el nivel medio de inglés de Japón, China, Rusia, la África francófona y portuguesa, así como casi todos los países de América Latina y muchas provincias densamente pobladas de la India.
El español tiene un nivel de inglés pobre, eso sí, pero superior al de muchos otros países. Por lo tanto, dejemos de tirarnos de los pelos, pero recordemos también el adagio 'mal de muchos, consuelo de tontos'. Aprendamos el idioma, si tan importante es.
Otro mito a tirar por tierra es el que afirma que donde no doblan las películas, la gente se hace con el inglés de forma mucho más fácil. Si esto fuera verdad, entonces dos terceras partes de la población mundial superaría a España en dominio del idioma. Toda Sudamérica empieza a los dos años con dibujos animados en inglés y termina viendo Luke Skywalker, también con subtítulos. Sin embargo, casi ningún país del continente en cuestión puede presumir de tener un inglés decente. En Portugal, sólo las personas de alto nivel económico o social poseen un buen dominio. El resto tiene que pelear con el idioma tanto como los españoles, a pesar de haber consumido cada uno una media de mil horas de televisión y películas en versión original.
Para los países donde sí se palpa un excelente dominio del inglés el secreto es sencillo. Su sistema educativo pone énfasis en el tema desde preescolar y vuelca todos sus esfuerzos en el inglés hablado y auditivo. Tengo experiencia de primera mano con los profesionales suecos. Su comunicación oral es fluida, pero sus escritos suelen dejar mucho que desear. De hecho, el buen profesional español tiene poco que envidiar al sueco en el plano escrito. No escribe bien, pero tampoco lo hace el sueco. El que éste le dé mil vueltas a aquél en lo hablado y auditivo es suficiente para que al español le entre un complejo de monolingüe, complejo infundado en muchos casos. Esta falta de domino hablado o auditivo por parte del español, falta real o imaginaria, se debe única y exclusivamente al pesadísimo lastre teórico que caracteriza la enseñanza del inglés en España, desde primaria hasta la universidad. El día en que el Ministerio de Educación tome una serie de decisiones atrevidas en este campo será el día en que España comience a equipararse con otros países avanzados de su entorno en lo que se refiere al dominio del inglés.
Otro mito a destruir es la creencia de que la gente que resuelve asuntos y cierra contratos en el escenario internacional posee un buen dominio del inglés. La gran mayoría no tiene más inglés que usted, buen lector. Sólo le superan en oído y en valor. Si le llevara ahora mismo al edificio de Naciones Unidas en Nueva York y le subiera planta por planta por las escaleras, escuchando hablar en una planta a los lituanos, en otra a los angoleños, en otra a los chinos y en otra a los eslovacos, y así sucesivamente hasta la planta noble del secretario general de esta institución, se daría usted cuenta de que la calidad del inglés hablado que se oye en todo el edificio no supera al que usted ya posee. La diferencia, repito, estriba en que estas personas sí le superan seguramente en capacidad auditiva y no sufren ese complejo psicológico español denominado 'sentido del ridículo'.
Usted jamás va a hablar un inglés completamente pulido y correcto, como tampoco lo ha hablado ningún ministro español de Asuntos Exteriores de la historia de este país. Sin embargo, éstos han sabido codearse con dignidad y eficacia entre sus homólogos extranjeros, con o sin errores en sus verbos irregulares. Por lo tanto, antes de desesperarse con verbos y preposiciones, recuerde que lo único que cuenta es la eficacia en la comunicación, y que esta eficacia pasa sólo en parte por la gramática y la pronunciación y mucho por la potenciación del oído y por el destierro total del miedo escénico.
Presidente de Vaughan Systems