La valentía de dejar ciertos privilegios
Resulta confortante, al menos para mí, leer noticias sobre dimisiones de altos directivos. Esta semana se han producido dos renuncias llamativas. El consejero delegado de Barclays en España, Jacobo González-Robatto, presentó la dimisión el pasado martes al considerar que desde la matriz le recortaban funciones. Un día después, otro ejecutivo, Luc Vandelvelde, recogía sus cosas de su despacho de presidente de Carrefour por discrepancias en la estrategia en medio de una guerra abierta por el control de la multinacional.
Creo, en un primer y superficial juicio y sin ahondar en los motivos que ocasionan esas dimisiones, que hay que ser muy valiente para dejar un cargo que acarrea, además de algunos contratiempos como la presión por el resultado a corto plazo y el valor de la acción, una serie de privilegios, como el coche de empresa, avión privado y una serie de jugosos beneficios. A todo esto hay que añadir el poder, en mayúscula, que conlleva el puesto de un primer ejecutivo. Aunque muy pocos lo reconocen, es cierto que las relaciones sociales son un elemento de retención de la alta dirección. Hace poco entrevisté al presidente de Citigroup en España, Sergio de Horna, y con gran sinceridad afirmaba que uno de los mayores privilegios de su cargo era la oportunidad que tenía de relacionarse socialmente con importantes personalidades. Renunciar a todo ello no es fácil. Bien lo sabe el ex presidente de General Electric, Jack Welch, que vio salpicada su intachable trayectoria al no saber, una vez jubilado, vivir sin el avión privado u otros beneficios que conllevaba su anterior cargo.
Tal vez por esa dificultad para desprenderse de ciertos lujos es lo que lleva a muchos directivos, y me vienen a la mente en estos momentos algunos nombres, como el director de Telemadrid, Manuel Soriano, que aún puesto en entredicho por varios colectivos su gestión al frente de la cadena autonómica, sigue aferrado al mando. O el caso del actual equipo directivo del Real Madrid, incluido su entrenador, Fabio Capello, que, a pesar de los malos resultados del equipo, siguen ocupando tan prestigioso palco. Por eso es admirable la valentía que muchos ejecutivos tienen marcharse a casa, si su gestión es discutida. Pero no se qué es más valiente, si irse por su propio pie, y renunciar a un contrato multimillonario, o permanecer y aguantar las críticas y el chaparrón. Hay que tener mucho cuajo.