Elogio del escepticismo
Cuando compramos un coche usado, si tenemos el mínimo de sensatez, emplearemos algunas habilidades escépticas. Podría decir: «Este tipo es de apariencia honesta. Aceptaré lo que me ofrezca.» O podrías decir: «Bueno, he oído que de vez en cuando hay pequeños engaños relacionados con la venta de coches usados, quizá involuntarios por parte del vendedor», y luego hacer algo. Le das unas pataditas a los neumáticos, abres las puertas, miras debajo del capó. Sabes que se requiere algo de escepticismo, y comprendes por qué. ... Si no empleas un mínimo de escepticismo, si posees una credulidad absolutamente destrabada, probablemente tendrás que pagar un precio tarde o temprano. Entonces desearás haber hecho una pequeña inversión de escepticismo con anterioridad'.
Es el arranque de La carga del escepticismo, artículo de 1987 del científico Carl Sagan, en el que Sagan, famoso por el programa televisivo Cosmos, elogia las virtudes de adoptar una posición escéptica y lamenta que esta carga de escepticismo se aplique en unos ámbitos -como el coche usado- y no en otros, donde imperan las creencias. Los anuncios de televisión, los discursos políticos, el fenómeno OVNI... la lista es interminable. 'También sabemos lo cruel que es la verdad a menudo, y nos preguntamos si el engaño no es más consolador', decía Henri Poincaré, citado por Sagan. Hacerse preguntas es incómodo, pero obtener una respuesta fácil reconforta.
Las decisiones de inversión suelen ser compras de coches usados, pues rara vez el interlocutor es imparcial. Sin embargo, es un mercado lleno de creencias, sustentadas no en evidencias sino en la comodidad que citaba Poincaré y en el atractivo del dinero fácil. Toda una paradoja en un mundo donde, presuntamente, sólo existe el lenguaje de los números y el dinero. El escepticismo no blindará la inversión contra caídas, al igual que no descubrirá la verdad absoluta. Pero sí protege frente al error.