La fiebre del consumo y la construcción llega a Rumanía
Carteles y anuncios de grandes marcas electrónicas o automovilísticas visten los edificios; coches de lujo, aparcados como si fueran motocicletas; las tiendas abren todos los días... El bullicio de la plaza Unirii, en el centro de Bucarest, la capital de Rumanía, refleja el dinamismo incipiente de su economía. El país, que acaba de ingresar el 1 de enero en la Unión Europea, creció en un 7,8% en los primeros nueve meses de 2006, la mayor tasa de crecimiento de Europa Central y del Este. El boom de Bucarest y de las grandes ciudades del país contrasta, sin embargo, con la situación de las zonas rurales, donde vive el 47% de la población. Con una renta per cápita de 3.500 euros, 18.000 menos que España, Rumanía es, después de Bulgaria, el país más pobre de la UE.
'Tenemos un país partido en dos. Hay dos Rumanías muy distintas: una urbana y otra rural', señala el politólogo Cristian Pirvulescu, antes de explicar que el 80% de la población rural no tiene agua corriente ni electricidad.
La agricultura rumana reúne el 36% de la fuerza laboral, en unas cuatro millones de pequeñas explotaciones. Olvidadas las normas sanitarias, los animales de las granjas (hechas de ladrillo, paja y/o barro) suelen estar encerrados en conejeras de madera, y los agricultores producen en su gran mayoría para su propio consumo.
En el país se considera que no habrá un aluvión de inmigrantes
Raphael Marlio Marette, analista financiero de la BRD, marca rumana del banco francés Société Générale, es consciente de esta situación, aunque cree en el potencial económico de Rumanía.
'La mayoría de las inversiones se han hecho a finales de los 90, con grandes privatizaciones. Los empresarios extranjeros no sólo reformaron las fábricas adquiridas sino que tratan Rumanía como un mercado importante y han decidido invertir más', recalca. Un ejemplo lo constituye Renault. Tras comprar la marca automovilística Dacia, el grupo francés invertirá 450 millones en la construcción de un centro de investigación. En los diez primeros meses de 2006, las inversiones extranjeras alcanzaron los 7,2 millones de euros y están en todos los sectores: acero (Mittal Steel), petróleo (Eon), telecomunicaciones (Orange), construcción (Bouygues) y distribución (Carrefour).
Y es que tras la caída del comunismo en 1989 y una transición descontrolada a la economía de mercado que causó una grave crisis en los años 90, los cambios no se han hecho esperar. Primero con una política de disciplina fiscal y reformas estructurales. Después con la citada estrategia de atracción de la inversión foránea.
'Uno de los principales factores de ese cambio es el consumo privado. La gente confía ahora en el futuro. ', apunta Marlio Marette. Según un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas rumano, después de la construcción, el consumo es el sector más dinámico de la economía, con un crecimiento del 12%. En la plaza Unirii, hay cada vez más cafés y restaurantes, y una doble hamburguesa cuesta 7,50 lei (unos 2,20 euros). 'Rumanía será una sorpresa agradable para la UE, teniendo en cuenta su formidable potencial de desarrollo', aclara el presidente rumano, Traian Basescu.
Ese dinamismo económico también es posible gracias a las remesas que los dos millones de rumanos mandan desde el extranjero. En Zabrautuliu, uno los barrios más desfavorecidos de la capital rumana, casas nuevas se construyen a lado de los grises bloques heredados de la época comunista. La mayoría de los que se fueron -350.000 viven en España- son de zonas rurales, como Vaslui, al noreste de Rumanía. Después del 1 de enero de 2007, Vaslui será la región más pobre de la UE.
El politólogo Pirvulescu no cree, sin embargo, en un aluvión de trabajadores rumanos a Europa Occidental. 'La inmigración laboral ya ha llegado a su apogeo', explica, antes de especificar que 'el desarrollo actual de la economía rumana ofrece nuevas oportunidades de empleo'.
El paro es del 6% y algunos sectores, como el textil, empiezan a contratar mano de obra extranjera, china, ucrania o moldava. No obstante, diez países de la UE han avisado que cerrarán sus fronteras a los trabajadores rumanos. España ha impuesto una moratoria de dos años.
Temor al aumento generalizado de precios
La adhesión a la Unión Europea es un reto para Rumanía, que debe mantener el rumbo de estabilidad al que se ha comprometido. Los desafíos son numerosos. Desinformados, muchos rumanos temen un aumento de los precios con la llegada del euro, aunquees previsible que no adopten la moneda comunitaria antes de 2013. La inflación ronda ahora el 6%. Su reducción es uno de los objetivos a cumplir para la entrada en el euro.Por su parte, los empresarios se quejan de la burocracia y de la corrupción. El país es el más corrupto de la UE-27, según la organización Transparency International. A ello se suma el mal estado de las infraestructuras. En todo el país hay sólo 211 kilómetros de autopistas y los trenes no superan los 45 kilómetros por hora.