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A fondo

Atmósfera de final de legislatura

El llamado proceso de paz se ha roto a los nueve meses de la declaración del alto el fuego 'permanente' de ETA y a poco menos de año y medio de las próximas legislativas en un momento en el que el Gobierno, a tenor de las informaciones filtradas desde La Moncloa, consideraba garantizado en el tiempo un cierto compás de espera de la organización terrorista hasta la próxima primavera. El guión del proceso que fue expuesto por Batasuna en Anoeta en 2004 quedó maltrecho el pasado verano cuando ETA evidenció su interés en tutelar el diálogo político sobre el futuro del País Vasco, aspiración que impidió la primera reunión formal entre el Gobierno y la organización terrorista. El propio proceso tal como lo hemos conocido, según reconocieron ayer Alfredo Pérez Rubalcaba y José Blanco, ha quedado enterrado entre los escombros de la T4 de Barajas. Si buena parte de los ministros, dirigentes del PSOE y parlamentarios de este partido tenían claro hace unos meses que el proceso se había convertido en el pilar principal de la legislatura, ahora son también mayoría los que comparten la opinión de que la legislatura está liquidada aunque ninguno de ellos se atreva a abrir este debate en sus respectivos foros de responsabilidad, menos aún cuando el presidente expresó en vísperas de fin de año su intención de agotar la legislatura. Siguiendo el manual obligado de la política, Blanco señaló ayer que ahora no toca pensar en elecciones, sino en trabajar.

Hace sólo mes y medio, cuando el diálogo con ETA penetró en un callejón sin salida como consecuencia del robo de varios centenares de pistolas en el sur de Francia y del resurgimiento de la violencia callejera, no pocos ministros temían llegar a las próximas citas electorales -elecciones de mayo y legislativas del año que viene- con el debate sobre el final del terrorismo todavía abierto y envuelto en un mar de incertidumbres. Para el Gobierno, lo importante era seguir afrontando el reto del fin de la violencia sin cometer tonterías, es decir, sin adoptar medidas de carácter irreversible mientras se mantuvieran vivas las dudas sobre las verdaderas intenciones de ETA.

Ahora parece evidente que estas citas electorales se encararán con la demostración de que la organización terrorista no ha digerido todavía su lenta agonía y, por tanto, con la amenaza latente de nuevos atentados. Es muy probable, por ello, que la nueva página de un proceso que tendrá actores y características muy diferentes, no pueda escribirse hasta la próxima legislatura, con una nueva mayoría parlamentaria.

Para transitar este nuevo camino, Zapatero se dispone a intentar sumar al PP a la respuesta que el Gobierno quiere dar a ETA de manera conjunta con todas las fuerzas democráticas. Esta tarea la ha delegado en Alfredo Pérez Rubalcaba, el ministro que más experiencia tiene en negociaciones políticas de alto nivel. Sin embargo, es fácil de imaginar la dificultad de esta empresa, en parte porque en el PP también se huele a final de legislatura y puede terminar prevaleciendo el mero cálculo electoral. A este respecto, ninguna novedad.

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