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Lealtad, 1

El nuevo Rey Midas de la Bolsa

La irrupción del capital riesgo en el mercado español ha sido recibida como un maná para el inversor. Por arte de magia, el dinero creció de forma espontánea para impulsar las cotizaciones de las empresas aún más arriba. Como si el hecho de que un comprador tenga la etiqueta de ser una entidad de capital riesgo las valoraciones de una sociedad fuesen de todo punto diferentes.

En cierto modo, lo son por las posibilidades de apalancamiento que tienen estas compañías. La mecánica consiste en pedir dinero para comprar una empresa, adquirirla y cargarle la deuda a la propia sociedad, cuyos beneficios irán destinados al servicio de este préstamo. Queda en manos de los profesionales del capital riesgo la capacidad para atender estas necesidades extra de financiación y, también, obtener el beneficio necesario.

La ventaja de estas sociedades está, precisamente, en ser capaces de obtener del mercado la financiación necesaria. Y últimamente hay disposición a prestarlo. Sin embargo, esto no quiere decir que el dinero salga de debajo de las piedras. No es lo mismo una empresa con poca deuda, antes de ser absorbida por el capital riesgo, que una compañía con un pasivo que suele equivaler a entre cuatro y cinco veces el beneficio operativo de la sociedad.

No quiere esto decir que el capital riesgo sea bueno o malo en sí mismo. Sólo que hay que tomarlo en su justa medida. Eso que se llama el mercado de control societario -mejor sería llamarlo zoco, tal y como está el parqué últimamente- es positivo para el accionista en la medida en que obliga a los gestores de las empresas a maximizar el precio de la acción.

El advenimiento del capital riesgo es una excelente noticia para los accionistas de las compañías que están en el punto de mira, y un acicate para el mercado en general. No es mala idea jugar a adivinar los próximos movimientos, y puede resultar rentable. Pero un fondo de estas características está tan sometido como los inversores a la ciclotimia propia de los mercados financieros. Si llegan malas nuevas y el dinero deja de acudir puntualmente a su cita con el papel, que nadie dude que el primero en abandonar en barco habrá sido el capital riesgo. Al fin y al cabo, el origen del dinero es siempre el mismo.

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