La literatura se hace corta para el formato electrónico
La literatura se ha adaptado a todos los cambios que ha vivido la sociedad, y ahora también está buscando fórmulas para sobrevivir al agitado siglo XXI, acercándose al protagonismo de lo audiovisual, los nuevos vehículos de difusión de la cultura y el menguante tiempo de ocio de los consumidores.
Los microrrelatos o ultracortos proliferan, concebidos como pinceladas de emoción o reflexión de los que disfrutar en un trago corto, rápido y, en ocasiones, impactante. Se trata de historias que pueden remitirse en el móvil, leerse en un instante en una página web o simplemente citarse para la reflexión. Que inspiran, más que contar, pero que tienen un afán narrativo que las separa de la poesía, la forma de expresión tradicional de la concisión. Diversos medios de comunicación han realizado en España concursos de este tipo a través de móvil, pero esta inquietud está llegando también a la literatura profesional.
La revista Wired, publicación de referencia en el mundo digital, retó a diferentes escritores a producir cuentos de sólo seis palabras, siguiendo el ejemplo de un clásico de Ernst Hemingway (que podría traducirse: Se venden zapatos de bebé, sin estrenar). Cineastas como Joss Whedon y Kevin Smith, guionistas de cómic como Neil Gaiman y Alan Moore, o escritores como Margaret Atwood y William Gibson respondieron al reto con irregular fortuna.
El fenómeno de la literatura superbreve no es nuevo y cuenta entre sus practicantes destacados en lengua española con nombres como los de Borges, Monterroso, Merino, Aub o Bioy Casares
En lengua castellana, el ultracorto más conocido es El dinosaurio, de Augusto Monterroso: 'Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí'. Otros autores de renombre, como Adolfo Bioy Casares, José María Merino, Juan Eduardo Cirlot o Max Aub, explotaron extensamente a esta fórmula. Entre las obras más recientes, el escritor Santiago Eximeno (que mantiene una e-publicación de microrrelatos, Efímero, www.edicionesefimeras.com) destaca títulos como Ajuar funerario, de Fernando Iwasaki, y Temporada de fantasmas, de la argentina Ana María Shua (ambas en la editorial Páginas de Espuma, muy activa en este campo), así como la antología colectiva Siembra de tinta. En ella colabora, entre otros, Javier Esteban, que mantiene un blog de ultracortos, El noble arte de hacer enemigos (noblearte.blogspot.com).
Breves poemas japoneses
La extensión de los ultracortos tiene su paralelismo en el campo de la poesía con la creciente difusión de una de las formas tradicionales de lírica japonesa, el haiku. Se trata de una composición de tres versos, con cinco sílabas el primero, siete el segundo y cinco el tercero. No es necesario que tengan rima. En castellano, ha tenido practicantes tan ilustres como Jorge Luis Borges (¿Es un imperio / esa luz que se apaga / o una luciérnaga?), y se ha extendido en la red desde que el uruguayo Mario Benedetti realizara una recopilación de este tipo de poemas en 1999. El rincón del haiku (www.elrincondelhaiku.org) es una página con numerosos ejemplos de este arte conciso y delicado.
Precisamente en Japón surgió hace un par de años la literatura creada específicamente para su lectura en móvil, con envíos por sms de capítulos cada día, conocida como keitai. Aunque el fenómeno sigue funcionando hasta hoy en el país nipón, donde se calcula que la novela Amor profundo -que llegó a ser adaptada al cine- fue seguida por 20 millones de personas en capítulos de 2.000 letras al día, su traslado a España no cosechó demasiado éxito. El principal experimento contó con el padrinazgo de Suso de Toro y se distribuyó a través de Movistar, pero no consiguió suficientes abonados para realizar nuevos experimentos.
Más esperanzador parece el horizonte para otro aparato con el que leer en pantalla: los libros electrónicos. Las empresas de tecnología llevan casi una década produciendo aparatos reproductores de formatos de texto, en los que la legibilidad prima sobre la potencia de procesamiento u otras características más propias del ordenador. De momento, los resultados son todavía inferiores en cuanto a facilidad de lectura a los del papel, aunque los productos presentados en el pasado SIMO ofrecían ya una visibilidad superior a la de las pantallas de ordenador habituales. Sus precios, en todo caso, se mantienen por encima de los 400 euros.
El pirateo se extiende también a los libros
Un acceso a las redes peer to peer en las que se intercambian ficheros de música o cine, como las conocidas Emule o BitTorrent, permite descubrir que también los libros, y especialmente los relatos, se encuentran disponibles de forma fraudulenta. El fenómeno se ha extendido a España desde América; en Estados Unidos, la comercialización de los e-books es un hecho de importancia creciente para las editoriales, que venden las últimas novedades en formatos para su lectura en ordenadores o PDA. Luego, algunos de los compradores colocan en esas redes de intercambios los textos.El tema resultó especialmente preocupante hace unos años para las productoras cinematográficas con la difusión de los guiones originales de películas no estrenadas, que podían encontrarse a la venta, fotocopiados, en las calles de Nueva York en una curiosa suerte de top-manta. En lengua castellana, el escaneo y la distribución gratuita de libros comenzó a extenderse en Iberoamérica a finales de los años 90, cuando proliferaron páginas web como Pidetulibro, que almacenaba más de 5.000 textos. Aunque la web fue clausurada, los textos que contenía se encuentran en las redes de intercambio.También es posible conseguir textos gratuitos y legales en internet -y no sólo clásicos libres de derechos- debido a que algunos escritores deciden publicar sus obras de forma gratuita en la red a través de la licencia conocida como Creative Commons. El pionero de la literatura ciberpunk Bruce Sterling tiene disponible por ejemplo, su historia de los primeros tiempos de la piratería La caza del hacker, que incluso cuenta con traducción oficial al castellano.