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Josep Borrell

'Europa debe unirse para resistir la globalización'

Reclama una urgente reforma institucional que permita a la UE seguir avanzando en la integración política y económica.

Lector voraz y heterodoxo, Josep Borrell (Pobla de Segur, 1947) consulta, durante su encuentro con Cinco Días, la revista francesa Alternatives Economiques, muy alejada del dogmatismo liberal de las publicaciones anglosajonas que modela el pensamiento de mucho políticos comunitarios. El presidente del Parlamento, en cambio, rompe un tabú tras otro, desde la inalterabilidad de la Constitución a los beneficios del mercado interior.

¿Cuál es el papel de la UE en un nuevo orden mundial, con gigantes como China, India o Brasil?

'El euro nos ha salvado de errores de varios Gobiernos, pero aún no es motor de crecimiento'

'Nos guste o no, habrá que modificar la Constitución porque dos países la han rechazado'

'Si cada región crea su centro tecnológico, ninguno tendrá el tamaño adecuado'

Los tres no son igual de gigantes. Pero por lo menos dos, China e India, van a ser determinantes en nuestro mundo. Y si los países europeos no quieren ser meros espectadores de una nueva bipolaridad, EE UU-China, tienen que avanzar mucho más deprisa en su unión para resistir la globalización. Y eso, que nadie lo discute en la teoría, se topa con dificultades porque las opiniones públicas no son conscientes de nuestra dependencia ni del bache demográfico que sufrimos.

Su presidencia ha coincidido con el descarrilamiento de la Constitución europea. ¿Se puede recuperar ese proyecto para avanzar más deprisa en la integración?

Seamos realistas. Dos países han dicho que No y conozco por lo menos cinco que no se van a pronunciar, que es tanto como no asumir el texto. Así que, nos guste o no, habrá que revisar el texto para ampliarlo, reducirlo o modificarlo. Lo que necesitamos ahora con urgencia es una reforma institucional para adaptar Europa a sus nuevas dimensiones. No se puede seguir, por ejemplo, con la regla de la unanimidad. Y esos cambios debemos conseguirlos a corto plazo. De lo contrario, el sistema perderá velocidad y dinamismo.

Usted defiende Europa como proyecto, pero el presidente de la CE, José Manuel Durão Barroso, prefiere hablar de proyectos para Europa.

No estoy en contra de proyectos específicos en campos como energía o investigación. Europa debe demostrar su utilidad de forma práctica, pero eso no es nuevo. Siempre ha tenido que hacerlo. Pero si es un proyecto político, Europea no puede reducirse a acciones coyunturales.

Quizá lo que está en duda es el propio proyecto de la UE. La mayoría de las instituciones internacionales surgidas tras la Segunda Guerra Mundial están en crisis.

Es verdad que el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional se están planteando su razón de ser y su utilidad está puesta en cuestión. Pero la UE es totalmente distinta. No es un Estado, pero tampoco es exactamente un organismo internacional. Y creo que hoy más que nunca, Europa debe aparecer como un agente político capaz de actuar sobre la globalización.

¿Y cómo se compatibiliza ese proyecto con los referendos?

Europa se ha construido hasta ahora sin la participación activa de los ciudadanos. Y eso se ha acabado, porque estamos tocando ya aspectos sustantivos de la soberanía y de la forma de organizar una sociedad. A partir de ahora, si Europa es un proyecto político tendrá que ser mucho más participativo. En consecuencia, el Parlamento europeo tendrá que jugar un papel más importante

Sin embargo, parece que nos acercamos a un paro técnico de la Eurocámara.

Es verdad que hay riesgo de que el Parlamento no tenga materia prima con la que trabajar, porque la Comisión elabora últimamente pocas iniciativas. Podemos encontrarnos con la paradoja de que cuando el Parlamento tiene más poderes, se encuentre sin poder ejercerlos. Pero trabajo no va a faltar. En 2008, por ejemplo, tenemos la revisión del marco presupuestario plurianual y espero que el Parlamento desarrolle entonces su capacidad de decisión e influencia en ese terreno.

Su mandato también ha coincido con una crisis económica, pero se aprecia ya una cierta recuperación.

Parece que la economía europea repunta. Digo 'parece' porque ha habido otros momentos similares que han acabado en agua de borrajas. Ahora también existen muchos riesgos en el horizonte que podrían hacer que ocurriera lo mismo. Es verdad que las reformas acaban surtiendo efecto y el producto interior bruto europeo empieza a crecer con tasas superiores al 2,5%. Pero lo cierto es que el crecimiento y la creación de empleo que se habían anunciado con la instauración del mercado interior y del euro no se han materializado. Y en parte ha sido culpa de los Estados, que no han sido capaces de federar sus recursos ni de coordinar sus políticas económicas. El euro nos ha protegido de los errores de algunos Gobiernos, pero no actúa todavía como un motor de crecimiento.

Y Europa parece estar perdiendo el tren de la tercera revolución industrial, la tecnológica.

Para crecer, Europa tiene que innovar más. Para estar en la punta de lanza de la innovación tendríamos que hacer mayores esfuerzos en educación superior e invertir mucho más en investigación y desarrollo. Hay que concentrar esfuerzos para alcanzar masas críticas, como hacen en EE UU. Pero aquí, no ya cada Estado, sino cada región, y pronto cada ciudad, quiere tener su propia aventura tecnológica. Está bien. Pero al final, no tenemos ningún polo tecnológico con la suficiente dimensión. Pero la capacidad de innovar existe, porque hay cosas que lo demuestran....

El MP3, Skype...

Sí, siempre acabamos citando los mismos, lo cual quiere decir que no tenemos tantos ejemplos.

'La relación con Rusia es inevitable, pero plantea problemas'

Borrell deja en diciembre la presidencia del Parlamento europeo, 'una atalaya privilegiada' que le ha reportado desde junio de 2004 'la experiencia más apasionante de mi vida política'. Las quinielas le colocan al frente de alguna comisión parlamentaria (¿Exteriores? ¿Libertades?). Pero él se limita a confirmar que 'el mandato de un eurodiputado es de cinco años hasta 2009 y, sin duda, mi futuro inmediato pasa por esta institución'.Deja el puesto 'con orgullo y satisfacción' porque 'puedo decir que hoy todo el mundo reconoce que el Parlamento es más conocido, más respetado y más influyente que hace dos años y medio'. Atribuye ese resultado 'al trabajo de mucha gente y a unas coyunturas favorables que hemos sabido aprovechar para obtener una mayor relevancia'.Su presidencia se estrenó con el llamativo rechazo a un comisario europeo, el conservador italiano Rocco Buttiglione. Un veto que, según Borrell permitió al Parlamento demostrar su 'mayoría de edad política'. 'Y lo hizo sin provocar ninguna crisis, porque no puede haber crisis en el ejercicio por parte de una institución de los poderes que se le han conferido'.En nombre del Parlamento, Borrell volvió a demostrar el mes pasado ante el presidente ruso la osadía de la institución que preside. 'Europa, se lo dijimos algunos a Putin en la cumbre de Lahti, no debe intercambiar derechos humanos por energía'. Reconoce, sin embargo, que a la UE 'no se le caen los anillos por el suministro de petróleo y gas que recibe de dictaduras militares o teocracias absolutistas'. Pero con Moscú, dice, la UE debe ser más exigente 'porque con Rusia queremos establecer un partenariado especial'. En resumen, 'la buena vecindad con Rusia es imprescindible y al mismo tiempo plantea problemas'.Frente a Turquía, otro problema geoestratégico de la UE, Borrell cree que 'sería una lástima que se interrumpieran las negociaciones de adhesión', pero recuerda a Ankara que 'debe cumplir sus obligaciones'.

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