El turco Orhan Pamuk, Nobel de Literatura
Un mensaje contra quienes defienden la existencia de la teoría del choque de las culturas. Es la reflexión del escritor turco Orhan Pamuk tras la concesión del Nobel de Literatura. La Academia sueca destaca que 'en la búsqueda del alma melancólica de su ciudad natal, Pamuk ha descubierto nuevos símbolos para el choque y el entrelazamiento entre las culturas'.
Pamuk era uno de los firmes candidatos al Nobel y en esta ocasión se han cumplido los pronósticos. Desde Nueva York, donde se encuentra actualmente, el escritor manifestó sentirse 'honrado' con el galardón.
Su elección permite a la Academia sueca mantener su línea de premiar a escritores comprometidos, eludiendo a la vez las polémicas que rodearon las elecciones de los últimos años. Pamuk fue juzgado el pasado año en Turquía acusado de insultar la identidad turca. El acoso fue la reacción a una entrevista publicada en el periódico suizo Tages Anzeiger en la que Pamuk hablaba del millón de armenios muertos en Turquía durante la Primera Guerra mundial y los 30.000 kurdos fallecidos en las últimas décadas. Pamuk vio su destino como el de los personajes de sus novelas, como Nieve y Me llamo Rojo (ambas editadas en Alfaguara), obligados a asumir una posición política sin desearlo. 'No me siento cómodo en el papel de intelectual comprometido', ha asegurado en alguna ocasión el escritor. El juicio, que podría haber enviado a Pamuk a la cárcel a cumplir una pena de hasta tres años, fue archivado por el Ministerio de Justicia en enero de 2006.
El novelista reconoce una fuerte dependencia de su ciudad, Estambul
Orhan Pamuk, con un pie en el este y otro en el oeste, es un turco laico que se hizo novelista aprendiendo de los grandes maestros occidentales de la novela: Tolstoi, Dostoievski, Thomas Mann, Proust y Nabokov. Nacido en 1952 en Estambul, Turquía, el escritor reconoce una fuerte dependencia con su ciudad, 'es para mí un destino incuestionable', asegura en Estambul. Ciudad y Recuerdos', recientemente publicada en España por Mondadori. Pamuk ha realizado estudios de Arquitectura y Periodismo, y antes de ser escritor quiso dedicarse a la pintura, una vocación que ha dejado huella en su obra literaria, de hecho se le considera un novelista muy visual.
Ha pasado largas temporadas en EE UU, en la Universidad de Iowa y en la de Columbia, aunque sigue residiendo en su ciudad natal, en el edificio Pamuk del barrio de Nisantasi en el que pasó su infancia. El autor comenzó a destacar con sus primeras obras, y pronto se erigió en uno de los fenómenos de la nueva literatura turca. Su éxito mundial se desencadenó a partir de los elogios que John Updike dedicó a su novela El astrólogo y el sultán (1991). Desde entonces ha obtenido numerosos reconocimientos internacionales, como el Premio al Mejor Libro Extranjero en Francia, el Premio Grinzane Cavour en Italia y el Premio Internacional Impac de Dublín, ambos por Me llamo Rojo, y sus libros ya se han traducido a más de treinta idiomas. En 2005, recibió el Premio de la Paz de los libreros alemanes.
La elección del primer Nobel de literatura turco fue muy celebrada en Turquía, tanto por miembros del Gobierno, críticos literarios e incluso políticos nacionalistas. El comisario europeo para la Ampliación, Olli Rehn, responsable de las negociaciones para la entrada de Turquía en la UE, consideró el premio una buena noticia para la libertad de expresión.
El Nobel de Literatura está dotado con 10 millones de coronas suecas (1,1 millones de euros) y, como el resto de estos galardones, se entregará el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de Alfred Nobel. Hoy se concede el Nobel de la Paz.
Elección menos sorprendente
Pamuk, puente entre Occidente y Oriente, como debería serlo en el ideal europeo también su país, Turquía, no despierta los recelos que causaron las elecciones del italiano Darío Fo (1997, del que se dijo que había sido premiado por su amistad con miembros de la academia) y sobre todo la austriaca Elfriede Jelinek (2004), premiada ante la oposición manifiesta de algunos electores.El sorprendente Nobel del pasado año para el británico Harold Pinter, también con un decidido mensaje político en sus obras y un perfil público polémico, no hizo mucho por mejorar las cosas. Pamuk supone una continuidad con esa línea, aunque a la vez un reconocimiento para un autor con reputación internacional, y cuya lucha es compartida por la totalidad de la opinión pública occidental.Además, es un premio para un novelista relativamente joven (54 años) en comparación con los otros candidatos barajados, lo que devuelve al Nobel a la idea de premiar a autores en la cúspide de sus carreras en lugar de reconocer trayectorias ya prácticamente cerradas. Buena parte de los nombres que han dado lustre a este premio recibieron el galardón a edad bastante temprana y les sirvió para proyectarse a escala internacional, como podría ser el caso de García Márquez (a los 55 años), Hemingway (55), Faulkner (52), Camus (44) o Kipling (42).