Cuando lo escaso es el tiempo
Hubo una época en la que, a la hora de buscar piso en Madrid, 24 horas eran demasiado tiempo. Las casas se quitaban de las manos y la gente visitaba las viviendas con fajos de billetes en el bolsillo para amarrar algo que les pudiese gustar. El mercado había llegado a un punto de recalentamiento -afortunadamente superado- que lo escaso no era el dinero ni los bienes, sino el tiempo.
Es lo que algunos llaman pánico comprador. Pasó en la Bolsa con Terra y otras. Se compraba sólo por miedo a perderse las subidas, a perderse una fiesta donde mana el dinero. Un pánico comprador que parece haber llegado al sector eléctrico donde el tiempo se convierte en dinero y existe terror a perderse el tren. Con la sensación de que el tiempo se escapa entre los dedos, el valor del dinero se distorsiona. Difícil será decir si los 32 euros que se han pagado por Endesa son muchos o pocos, pero bien es cierto que si Acciona quería entrar en la eléctrica era ahora o nunca. O si son excesivos los 113 euros que algún inversor desembolsó ayer por un título de Metrovacesa.
Cuando los conceptos de caro o barato empiezan a volverse, para los grandes inversores, relativos, el pequeño ahorrador tiene una ventaja. Porque a él, por lo general, le da igual qué idioma se habla en el consejo de Endesa -aunque siempre habrá concienciadas excepciones- o el papel de Entrecanales. Tiene la ventaja de que los juegos palaciegos y las alianzas volubles que acaban por relativizar el precio de una acción no le afectan, y para él los euros en la mano son euros en la mano.
Aunque esta vorágine es un arma de doble filo, pues sabido es que la soberbia y la codicia son pecados bien extendidos entre los bolsistas. Corre el inversor el riesgo de creerse más listo que nadie y sumarse al jolgorio. Esto es fácil. Pero, a diferencia de los protagonistas de estos movimientos, al pequeño no le avisan cuando se acaba la fiesta y es él, y no los otros quien acaba escaldado.