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CincoSentidos

Un tutor personal para encauzar al heredero

Le gusta considerarse un Pygmalión, el personaje de la Metamorfosis de Ovidio que esculpe una mujer tan real que llega a enamorarse de ella. Sin llegar tan lejos, Leopoldo Abadía lleva desde 1987 modelando a futuros directores generales o presidentes, en su mayoría herederos de la empresa familiar, a través de Abadía y Asociados, que diseña cursos de formación empresarial a la medida del cliente.

Las clases son totalmente particulares. 'Durante nueve meses les hago una especie de máster', explica Abadía. 'Sólo hace falta una tarde o una mañana a la semana'. Si por falta de tiempo o por cualquier otra razón no se puede cumplir el programa previsto, el calendario se alarga. Y los horarios son a gusto del consumidor: el ex alumno Manuel Lao Gorina, ahora vicepresidente de la empresa de máquinas recreativas Cirsa, recuerda que una vez dio una clase 'a las 11 de la noche'.

Las cuestiones logísticas tampoco sirven como excusa para Abadía y sus profesores, que se desplazan de un lugar a otro para seguir de cerca a sus aprendices. 'Ahora tengo alumnos en Tortosa, en Bilbao, Madrid y Valencia', enumera. 'Tuvimos un chico que vivía entre Lugano Suiza y Andorra. Ahora tengo una alumna en Conil... es más fácil ir a Moscú', exclama. Abadía compagina esta actividad con una empresa de tecnología, y para asegurarse de que puede hacer un seguimiento eficaz de todos los alumnos, sólo acepta siete pupilos anuales, aunque tenga que dejar algunos en lista de espera.

Las clases duran nueve meses y cuestan entre 24.000 y 36.000 euros

Los viajes se hacen a cuenta del precio de la matrícula, que es comparable al de un MBA: entre 24.000 y 36.000 euros. 'El coste es individualizado y lo cobro al contado, antes de empezar. Es una manera de comprometer al alumno. Si se alarga, cuesta lo mismo. Si el alumno se va, no le devuelvo el dinero. Pero si regresa, no le vuelvo a cobrar.'

Los educadores son profesionales en ejercicio, como Francisco Serra, director de marketing de Hasselsport. Cada uno habla de su especialidad. El temario suele empezar por contabilidad y finanzas y termina en dirección general y recursos humanos. Para los que quieren perfeccionar sus conocimientos en algún aspecto (el 30%), Abadía prepara un segundo curso, incluso un tercero orientado a los idiomas. 'También damos barnices de finanzas a jóvenes que están en consejos de administración y no se habían preocupado de saber cómo funciona su propiedad, así como cursos para directivos a la medida, para el fin de semana por ejemplo'.

El método de Abadía está especialmente indicado para jóvenes criados en familias empresarias que necesitan acelerar su carrera laboral y que por edad tampoco tienen acceso a los másteres especiales para no licenciados. Son los casos de Manuel Lao, que lo hizo a principios de los 90, con 19 o 20 años, o de Josep Vall, que 15 años después de pasar por la escuela Abadía, a sus 39 años, es vicepresidente de Valisa Internacional, competencia de Cirsa en el sector de las máquinas de juego. Vall estudiaba la carrera de Empresariales a la vez que trabajaba, pero se dio cuenta de que estaba perdiendo el tiempo: 'En clase explicaban lo que era un leasing, cuando yo estaba harto de firmarlos'. Valisa emplea a unas 400 personas y tiene un consolidado de 100 millones de euros, mientras que Corporación Cirsa tiene 16.000 trabajadores y factura 1.800 millones.

También puede ocurrir que, después de seguir los cauces habituales, el estudiante se quede insatisfecho. El ahora administrador de la constructora Actia, Benjamín Mansergas, era ingeniero con un máster, pero quiso perfeccionarse con Abadía.

'Encarrilar al hijo de papá'

El afán educativo de Leopoldo Abadía sólo se ve completamente satisfecho cuando se enfrenta al reto de 'encarrilar' a un joven que por circunstancias, ni siquiera ha terminado el COU. 'Es el típico hijo de papá. No tiene autoestima, sólo dinero. Va teniendo una edad y se da cuenta de que se lo han dado todo hecho. Piensa: 'Nunca seré como papá' y se frustra'.Son jóvenes con mucha capacidad, añade, pero oscurecidos por el brillo de sus padres. El curso de Abadía y Asociados pretende introducirles poco a poco en la dinámica empresarial. 'No se trata de forrarles de conocimientos', explica Abadía. 'Les mantengo a un ritmo suave pero sin pausa. Y como son muy listos, aprenden rápido.'La manera de ser y las costumbres de los chicos exigen 'profesores con un espíritu especial', que lidien con situaciones como que un alumno no pueda dar clase porque 'le traen los caballos de no se dónde y tiene que estar pendiente'.Lo que funciona en esos casos es el 'ataque frontal, el veto', porque sienten que 'por primera vez le interesan a alguien'. Pero si hace falta, los profesores confraternizan. 'Si el alumno está espeso, la clase se corta y se van los dos de cañas.' El propio Abadía queda con ellos: 'Te cuentan lo que no pueden contar en casa, porque sus padres están muy ocupados. Necesitan cariño y autoestima.'Y el resultado es que a partir del cuarto o quinto mes de curso 'ya empiezan a trabajar en la compañía'. De los casi 150 alumnos que han pasado por su escuela, 'salvo uno que está de comercial', todos están en puestos de responsabilidad en sus respectivas empresas familiares. 'Y me siguen llamando', remata Abadía.

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