La inercia por respuesta
Dichosa Bolsa, que tiene la pertinaz manía de hacer justo lo contrario de lo que dice el coro de expertos o, más concretamente, de dejar de hacer lo que pronostican los analistas justo cuando se lanzan dichos pronósticos, pues para desgracia de los inversores las previsiones no suelen apuntar más allá que a la mera prolongación de las tendencias de mercado.
Es de las cosas que no cambian, como en aquella película en la que un presentador de televisión se veía atrapado constantemente en la misma jornada y el mismo pueblo, y asiste en un bucle infinito a una extraña celebración popular con una marmota a modo de protagonista. Si la Bolsa está volátil, se dice que seguirá volátil. Si es estable, que seguirá estable. Si sus altibajos tienen origen en los del petróleo, que dependerá del precio del barril. Y así sucesivamente.
Así, muchos inversores se fueron de vacaciones con la Bolsa instalada en la volatilidad, con subidas y bajadas cercanas al 1% en la mayoría de las sesiones y un cierto pesimismo en las mesas de análisis. Pero han regresado y, tras las preguntas y las bienvenidas de rigor se encuentra con la Bolsa a tiro de máximos históricos tras un rosario de subidas. Y los expertos pronostican que las cosas seguirán por el mismo camino. Nada nuevo, pues, bajo el sol a la vuelta de las vacaciones para quien las haya disfrutado, como manda la tradición, en agosto.
¿Qué ha pasado para que cambiase el perfil del mercado? Los resultados empresariales han sido buenos, y en Estados Unidos la Reserva Federal dejó de subir tipos. Los datos económicos mostraron la desaceleración necesaria para dejar de encarecer el dinero, pero no tanto como para preocupar al mercado. La segunda pregunta ha de ser, obviamente, si estos factores y otros pueden seguir dando aire al mercado. La Bolsa vive de un complicado juego de equilibrios, de las operaciones corporativas y de la falta de alternativas de inversión. Los dos primeros pilares son frágiles, pero el segundo tiene visos de permanencia.