_
_
_
_
CincoSentidos

Mauritania, oasis de sosiego

La ruta entre Nouakchott y Chinguetti descubre un país hasta ahora infranqueable por carretera. Dormir en el desierto y presenciar el amanecer desde lo alto de una duna justifica la dureza del camino

Un palmeral llamado Terjit irrumpe entre gigantes paredes de pizarra amenazadas por una duna que promete engullirlo todo. A la sombra de una haima es posible degustar un té después de haber mitigado el calor en el manantial. Así es Mauritania, vida en pugna constante con el sol y la arena. La angulosa dureza de los macizos de Adrar; centenares de poblados de paja y adobe; un mar de dunas que nace en la Ciudad Santa de Chinguetti y no cede en su oleaje hasta Sudán; la experiencia de comprar en mercados milenarios; 45 grados a la sombra… todo hace de Mauritania un destino por descubrir.

Hasta ahora el territorio era prácticamente infranqueable en coche, las infraestructuras hoteleras son precarias, las condiciones climatológicas rayan lo extremo y las calles de su capital, Nouakchott, destilan pobreza. Pero todas estas dificultades no restan encanto a África.

El viajero dormirá bajo millones de estrellas en el desierto. O en pobres albergues, poco preparados para el paso infrecuente de turistas, que exhalan misterio (el recomendable El Auberge des Caravanes, de Chinguetti, se levanta junto a un increíble cementerio musulmán). También subirá a lomos de un dromedario cuando el coche no dé más de sí e incluso tendrá que manejar la pala para adecentar pistas nómadas que se resisten a las cuatro ruedas. Quienes aman el desierto lo llaman aventura.

Sorprenden las playas vírgenes de arena blanca que bañan el Atlántico

Para adentrarse en el país lo ideal es el todoterreno, aunque cada día son más los que entran en autocaravanas, asegurándose alojamiento y ducha. A finales de mayo los organizadores del Salón Internacional del Caravaning, que se celebrará en Fira de Barcelona del 7 al 16 de octubre, sometieron nueve autocaravanas a condiciones extremas por las rutas mauritanas del rally París-Dakar. La experiencia fue todo un éxito y quedó demostrado que este medio de transporte es la mejor alternativa cuando uno no quiere depender de hoteles o, simplemente, éstos no existen.

Por climatología, el otoño español es una de las temporadas más llevaderas en Mauritania. En cuanto a la ruta a elegir, la que va de Nouakchott hasta Chinguetti (530 kilómetros) ofrece la posibilidad de conocer buena parte de los atractivos del país y a sus gentes.

De Nouakchott sorprenden las playas vírgenes, blancas como sal y sin obstáculos a la vista, que se encadenan desde Senegal hasta Marruecos. Centenares de cayucos se agolpan ante la lonja de la ciudad. Escasos metros mar adentro los métodos artesanales de pesca son medio de vida para miles de personas.

Camino de la población minera de Akjout (250 kilómetros de la capital), el turista experimentará la sensación del espejismo, viendo inmensas extensiones de agua donde sólo hay tierra. Ya en el poblado resaltan las explotaciones de cobre y una antigua cueva, Leeragib, donde se dirimían los conflictos tribales. Todo es tan modesto como digno.

Los macizos de Adrar, a unos 450 kilómetros de la costa, rompen la árida llanura para ofrecer sensacionales vistas al aventurero. Y en la urbe más antigua del país, Chinguetti, debe visitarse una centenaria biblioteca donde se reúnen decenas de manuscritos medievales que velaban por la pureza del idioma árabe, además de la mezquita y otros encantos de una ciudad que ha sido enterrada dos veces por las dunas.

La misma ruta presta la oportunidad de aparcar a escasos metros de las pinturas rupestres de Amogiar, junto a un espectacular cañón.

A cada paso le honrarán con un té servido en tres rondas: el primero, amargo 'como la vida'; otro dulce, 'como el amor', y el último suave 'como la muerte'. Si le invitan, sea amable y disfrute.

Archivado En

_
_