La era del petróleo barato ha terminado
Imagine una carretera sin atascos, sin ruido, sin accidentes. ¿Un buen panorama? ¿O uno nefasto? Esta pregunta, que ahora suscita en los medios de comunicación la empresa española Acciona a través de una campaña publicitaria (a cuenta del agotamiento de los recursos energéticos en sentido general), no es más que la consecuencia de una incógnita anterior, e igual de inquietante: ¿se está acabando el petróleo?
Las últimas subidas del precio del petróleo crudo, que le han llevado a acercarse aún más a la temida cifra de los 100 dólares el barril, han reavivado una polémica relativamente vieja. La del oscuro futuro que le espera a los países industrializados, y con ellos al resto del mundo, cuando la producción de la principal fuente de energía empiece a caer irremediablemente. Algo que, según algunas voces (quizá demasiadas) podría estar ocurriendo en este mismo instante.
La teoría del Pico de Hubbert, que ha pasado de los libros al vocabulario diario de miles de §blogs§ y de decenas de casas de análisis económico, avisa desde su creación en 1956 de dónde se encuentra el punto temporal a partir del cual las compañías petrolíferas no conseguirán suplir las reservas de crudo que se agotan con el hallazgo de otras nuevas. O lo que es lo mismo, el momento en el que la producción de crudo comenzará a decaer.
Fue ideada por este geólogo de la petrolera Shell para el mercado estadounidense, recopilando datos de pozos del país, sumando todas sus curvas de extracción. Y para Estados Unidos, los hechos la confirmaron en la fecha prevista: 1970. Reconocido su acierto, Hubbert pasó a ser todo un referente durante los años posteriores a la hora de responder la duda más oscura a la que se enfrenta el planeta: ¿cuándo ocurrirá?
Pero entonces ¿hemos llegado al cenit?
La respuesta es confusa. Desde luego, Hubbert predijo que la producción de crudo a escala global alcanzaría su máximo a finales del siglo XX, o a principios del XXI. Y desde entonces caería irremediablemente. Pero dos décadas arriba o abajo son un margen demasiado amplio, así que, imitando al geólogo, nadie se ha atrevido a dar una fecha exacta. Si hasta ahora la incómoda pregunta se solventaba con una respuesta ambigua, la situación está empezando a cambiar, y el debate se aclara.
Son muchos los estudios que aseguran que estamos en los años del pico, aunque es cierto que, para cada informe que promete que la producción global va a empezar a caer en breve, hay otro que afirma que el descubrimiento de nuevas reservas y el desarrollo de nuevas técnicas de extracción conseguirán retrasar el cenit o suavizar el descenso.
Eso cree la industria petrolífera, representada en España por la española Asociación de Operadores Petrolíferos (AOP). Su portavoz, Álvaro Mazarrosa, recuerda que, en el pasado, los descubrimientos de nuevas reservas de crudo han conseguido extender sucesivamente el horizonte en el que se situaba el agotamiento del mineral.
Y así debería ocurrir ahora: las nuevas tecnologías y el alto precio del crudo ponen al alcance de la industria y del mercado- nuevos campos, cuya explotación antes se consideraba imposible. Esta previsión, junto con el cálculo de las reservas actuales, permite a la AOP y al resto de organismos internacionales aventurar que el mundo no comenzará a ver caer la producción de petróleo hasta, al menos, 2030 y 2040.
Pese a esta postura oficial, no hace falta ir demasiado lejos para suponer hacia dónde apunta realmente la estrategia de las grandes empresas petrolíferas. Así lo certifica a este diario un alto responsable operativo de una multinacional del petróleo, que reconoce que este tipo de empresas están ya pensando en cambiar su modelo de negocio, si es que no lo han hecho ya. Y recomienda fijarse en el comportamiento de algunas de las principales productoras.
"Hay que acostumbrarse a una energía más cara"
El consumidor asiste así a la mutación de compañías como BP Global, que no sólo incorpora la imagen de un girasol en su logotipo y encabeza su presencia en Internet con el epígrafe ¢BP y la sostenibilidad¢, sino que además está adquiriendo una fortísima presencia en el mercado de la generación eléctrica especialmente en España-, mediante una filial -BP Solar- que un día bien podría convertirse en matriz.
Más pruebas indirectas del declive. Los responsables políticos mundiales y de todos los niveles llevan algún tiempo lanzando mensajes más o menos claros, del tipo ¢hay que acostumbrarse a una energía más cara¢ (David Vegara Secretario de Estado de Economía, en entrevista concedida a EL PAÍS el pasado 22 de mayo), en referencia al hecho de que la falta de producción sobrante a nivel mundial va a elevar los precios.
Los lectores de prensa internacional están acostumbrados por su parte desde hace un año a campañas publicitarias como la emprendida por el gigante estadounidense Chevron, titulada ¢Will you join us?¢ (¢¿Quieres unirte a nosotros?¢), en cuyos anuncios se puede leer claramente: ¢Una cosa está clara: la era del petróleo fácil ha terminado. Así que comencemos el debate: ¿cómo cubriremos la demanda del mundo entero en este siglo y el siguiente¢.
El petróleo durará menos que una hipoteca
¢En este siglo¢: menos de 100 años. Y así lo confirma Wenceslao Martínez del Olmo, veterano geólogo al servicio de la petrolera hispanoargentina Repsol YPF, que en un artículo publicado recientemente en ¢Madridmasd¢, un foro de debate científico impulsado por la Comunidad de Madrid, le da cuatro décadas al mercado para asistir al final del petróleo. Menos de lo que duran ya algunas hipotecas.
¢Aún hay reservas contabilizadas de petróleos medios y ligeros, lo llamado convencional, del orden de 1.300.000 millones de barriles, que al ritmo de consumo de 80 millones de barriles/día (30.000 millones/año) asegurarían 40 años de suministro¢, afirma Martínez del Olmo, para añadir después que ¢algunas estimaciones (de consumo) apuntan a que esos 40 años se acortarán pues en los próximos 20, China, India, Asia, Rusia y África doblaran la demanda¢.
¿Qué pasa con las nuevas reservas y con los nuevos tipos de crudo?
La gran esperanza del mercado está, como se ha visto, en el descubrimiento y explotación de nuevos yacimientos, y en el desarrollo de tecnologías que permitan convertir en derivados comerciales tipos de crudo que antes se desechaban. Comienzan los problemas: el número de barriles en reservas encontradas anualmente no deja de decrecer desde hace tres décadas, y el tamaño de los que se encuentran actualmente (especialmente los de Asia Central) los hará insuficientes siquiera para cubrir el constante aumento de la demanda.
Sobre los ¢otros crudos¢, como aquellos que se encuentran mezclados con otro tipo de rocas, su volumen es demasiado escaso en el total de las reservas (7.500 millones de barriles, frente a un total de 1.300.000 millones), y su extracción demasiado costosa, como para que puedan suavizar una crisis de producción y la inevitable escalada de precios.
Todavía hay otro bálsamo más en los mercados de futuros del crudo. O lo había. Hasta hace poco, Arabia Saudí -principal productor del planeta- ocupaba el papel de amortiguador del mercado: cuando la demanda se disparaba, aumentaba la producción. Pero esto ya no es posible, porque no tiene capacidad extractiva libre (produce al 100%). Eso aumenta la volatilidad del mercado, y cualquier pequeña crisis se convierte en una fuerte subida de precios.
Por si fuera poco, el opaco reino del Golfo Pérsico asegura que bajo sus dunas se encuentran las mayores reservas de oro negro del globo. El problema es que sólo Saudi Aramco, la compañía estatal, sabe si esta afirmación es cierta o no.
Un libro mitad técnico mitad económico, ¢Ocaso en el desierto: el próximo colapso del petróleo saudí y la economía mundial¢ (¢Twilight in the Desert : The Coming Saudi Oil Shock and the World Economy¢ en el original), se ha convertido en todo un best seller en medio mundo. En él su autor, Matt Simmons, un reputado experto en el sector energético y especialmente en el campo de la producción petrolífera, arroja suficientes sombras sobre Arabia Saudí como para dudar ampliamente de su capacidad para seguir siendo la despensa del crudo mundial.
El crudo sólo puede subir
Y es que si Simmons está en lo cierto, las gigantescas reservas de este país, principal productor del mundo, no serían ni tan grandes ni tan rentables como la monarquía saudí pretende. Aún peor: por la naturaleza geológica de los campos petrolíferos, cuando el crudo se saca demasiado rápido, el yacimiento se agota antes. Y según Simmons, la arcaica monarquía se ha visto obligada en los últimos tiempos a manejar con demasiado frenesí la máquina de hacer petrodólares, asfixiando a la gallina de los huevos de oro.
Así que el experto no se cansa de pedir más transparencia en los mercados, para que se conozcan las cifras reales de producción y reservas que hay en el planeta. Sólo así se podría saber, a nivel planetario, cuánto crudo hay y dónde, en qué condiciones se puede extraer, y sobre todo: para cuanto tiempo.
El problema, en todo caso, está muy lejos de resolverse con una simple fecha. Porque no se trata de averiguar cuándo se acabará el crudo sino, sobre todo, cuándo empezará a declinar la producción y cuáles serán las consecuencias de esa caída.
En un mundo que consume 84 millones de barriles al día, y que produce 84,5 -apenas un 0,6% más-, hay poco por hacer, aparte de sentarse esperar a que el precio del crudo se dispare en los próximos cinco años desde los 70 dólares actuales a mucho más de 100. O de 200, si hacemos caso a algunos analistas especializados en el sector energético. Las posibles repercusiones económicas de esos precios son demasiado importantes como para no tenerlas en cuenta.