Bernanke, en su laberinto
Decían los comentaristas a finales del año pasado que Ben Bernanke se encontraba con una perita en dulce. Con una Reserva Federal encarrilada en la escalada de tipos de interés, con un mercado preparado para ello y una economía en crecimiento, sólo matizado éste por los desequilibrios de los sectores público y exterior.
Mucho han cambiado las cosas en cinco meses. La comparecencia del lunes por la noche de Ben Bernanke fue, para los inversores, algo similar a un ejercicio de funambulismo sin red, pues el responsable de política monetaria no tiene permitido escorarse hacia ninguno de los dos lados. Ni advertir en exceso sobre el crecimiento económico, lo que asustaría al mercado, ni mostrarse demasiado duro con la inflación, lo que también asustaría al mercado.
De hecho, la discrepancia de versiones entre qué fue lo que provocó anteayer la caída de Wall Street es la mejor prueba de que Bernanke buscaba la ambigüedad.
¿Habría sido mejor la respuesta del mercado ante un Bernanke preocupado por la inflación? ¿O ante un Bernanke pesimista? Probablemente no. Tiene una difícil papeleta el presidente de la Reserva Federal. Y también la tiene el mercado, que debe confiar en una autoridad monetaria poco conocida en un momento especialmente difícil.
Difícil porque la ecuación entre rentabilidad y riesgo, por usar terminología bursátil, es poco halagüeña. Si afina perfectamente sus decisiones la economía estadounidense podrá absorber el cambio de política. Pero corre el riesgo de pasarse de frenada, esto es, de subir los tipos más de la cuenta por miedo a una inflación de corto plazo y agravar así un eventual enfriamiento.
Tiene Bernanke ante sí la labor del árbitro de fútbol, cuya máxima aspiración es que nadie se acuerde de su nombre una vez terminado el encuentro. No es una tarea fácil, y posiblemente la próxima semana sea el momento clave del partido.