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Lealtad,1

Un paraguas para cuando no llueve

Nadar y guardar la ropa es el sueño de cualquier inversor en Bolsa. Aprovechar las subidas del mercado pero protegerse frente a las caídas. Eso que llaman estar en misa y repicando pero que, según la última moda que ha llegado de la City, se puede hacer gracias a los modernos mecanismos de control del riesgo. Son técnicas de gestión dinámica que limitan la exposición de una cartera, tanto en cada uno de los activos como en conjunto.

Este mecanismo es más barato que la clásica compra de opciones de venta, que aseguran la posibilidad de deshacer una posición a un determinado precio aunque el mercado esté por debajo.

Sin embargo, buena parte de los mecanismos de control de riesgo se han visto sobrepasados en la última oleada vendedora. Ocurre que estos modelos se construyen en entornos normales. Es decir, en entornos donde la volatilidad, alta o baja, se mantiene en niveles más o menos predecibles y controlables. Pero cuando pintan bastos en el mercado el escenario salta por los aires.

La caída de la Bolsa entre el viernes 12 y el lunes 15 supuso, según Credit Suisse, una caída en el apetito por el riesgo del mercado siete veces superior a la desviación típica, esto es, siete veces superior al movimiento habitual de este indicador. En el crac de 1987 el movimiento fue 23 veces superior a la desviación típica.

Los modelos habituales no están preparados para controlar riesgos tan extremos. Pero precisamente es esto de lo que el inversor quiere ser protegido, pues cubrirle frente a correcciones del 3% no tiene sentido. Así, estos modelos se enfrentan a una contradicción irresoluble: Solamente son útiles en la medida en que no se produzca el evento para el que se supone están diseñados. Un airbag que sólo funciona si el coche no se choca.

Dicen que un buen analista debe haber pasado por dos crisis. Las ventas masivas de la semana pasada son el reflejo de la lección aprendida por la última hornada de gestores.

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