Pasión por rescatar las joyas del pasado
Desde 200 o 300 euros se puede adquirir una pequeña pieza de joyería del siglo XIX que transmite con su diseño y cincelado su pertenencia a otra época. Según María Eugenia Ximénez, directora del departamento de joyas de Sala Retiro, con esas cifras es posible comprar unos pendientes de plata o un camafeo, opciones que serían idóneas para personas que no pueden o no quieren destinar mucho más dinero a esa afición.
Pero el teórico techo para estos caprichos, que tienen también su vertiente inversora, es prácticamente libre, señala la directora de Sala Retiro. 'El encarecimiento puede deberse a que se trata de una joya rara o que está realizada con lujosos materiales como el platino o si lleva engarzados diamantes o brillantes', añade. En estos casos, esta experta destaca que generalmente se trata de piezas que son originarias de los primeros años del siglo pasado, como es la década de los 20, en la que el gusto y los gastos se hicieron más sofisticados. Por el contrario, otras más antiguas, como las del XIX, pueden ser más baratas.
Además recomienda a los clientes acudir a las subastas para adquirir a los mejores precios las antiguas pulseras, sortijas o gargantillas que afloran al mercado. Y subraya las que organizan las casas internacionales de más prestigio, sobre todo por su seriedad y seguridad: 'lo que se dice, es realidad', dice.
Las colecciones de los años veinte, entre las más caras en las subastas
'Hay asimismo algunas piezas que no tienen demasiado valor por el metal con el que han sido realizadas, pero que lo pueden conseguir por formar parte de una tendencia o de una colección', manifiesta Esther Alonso, de Bonanova Subastas. Se trata, por ejemplo, de famosos grupos de broches que reproducen mujeres con antifaz u obras que están firmadas por prestigiosos autores, ya que algunos de ellos siguen siendo muy cotizados en el mundo de la joyería de época.
Por ello, como otros profesionales recomienda, además de acudir a las subastas pare evitar márgenes adicionales, consultar a expertos, ya que a éstos no se les escapa las diferencias entre una etapa y otra de la historia de la joyería, ya sea por el diseño, el tallado o el estado de los metales o por el aspecto de las piedras preciosas.
¿Y es una buena alternativa como inversión? Según los técnicos se trata de un mercado que por sus características no tiene unas pautas de comportamiento predecibles, ni en posibles revalorizaciones ni en volatilidad. No obstante, Esther Alonso destaca que una de sus ventajas es que hay muy poca oferta, mientras que la demanda es creciente. 'Si se miran los catálogos de las casas de subasta se ve que las posibilidades de compras no son muy numerosas', añade. Y subraya que se debe a que, en ocasiones, las joyas que llegan a las firmas de subastas o a los anticuarios han sido heredadas, mientras que otros herederos optan por hacerse brazaletes o colgantes más modernos desmontando los originales', manifiesta.
Por su parte, María Eugenia Ximénez agrega que no es difícil venderlas porque hay muy pocas piezas. Destaca que, por ejemplo, recientemente, se subastó una pulsera de platino, de la década de los años 20, de estilo Art Decó, que salió a 3.000 euros y que fue adjudicada a 8.500 euros. Pero Esther Alonso advierte que si se tiene más afán de inversión es mejor optar por hacerse con una colección. 'Se puede hacer poco a poco, comprando piezas interesantes'. Y todos los expertos afirman que para ello todas las épocas de la historia son interesantes.
Los mitos de las piezas más emblemáticas
Si hay un objeto que nunca falla en las subastas internacionales de joyas porque acapara el interés de los posibles compradores son las piezas míticas, como los famosos huevos Fabergé; y aunque con precios muy diferentes, también son capaces de crear huecos a sus imitadores. Porque no se trata sólo de las costosas joyas de un caprichoso zar, que fueron labradas en oro, platino y adornados con zafiros, esmeraldas y rubíes, y que alcanzaron precios de varios millones de dólares, cuando fueron subastados hace más de dos años. Otras piezas similares, sin llegar a formar parte de las selectas 56 joyas cinceladas en el taller del famoso joyero de San Petersburgo, son piezas codiciadas, en la medida que son más antiguas y más próximas al origen de los Fabergé.A veces, en otra dimensión, pero esa historia se repite para las joyas de los siglos XVI, XVII y XVIII, así como otras más modernas, como son las inglesas de diseño victoriano, que han hecho furor en el mercado estadounidense. En este contexto están los camafeos tan preciados en esa época, aunque los precios en las subastas en ocasiones no superen los 1.000 dólares.